En tres tiempos se divide la vida: En presente, pasado y futuro; de éstos el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto... (Lucio Anneo Séneca)

sábado, 31 de julio de 2010

La campana de Santa Victoria y una cabeza de Santo





Situada en la primera sala de campanas de la torre de nuestra Mezquita Catedral nos encontramos ante otra campana de autor desconocido.
Fue fundida alrededor de 1764 pesa 319 kilos y tiene un diámetro de 82 centímetros.
Es la única campana que, junto al escudo episcopal, incluye el nombre del Obrero de la Catedral.
Tiene 82 cm de diámetro y pesa 319 kilos.
Su epigrafía es:


 "AÑO DE 1764 SANTA VICTORIA ORA PRO NOVIS".


El escudo episcopal lleva la divisa ya conocida:

"DISCERNI SOLA VIRTVS HOM HOM PAR" a la que hay que añadir "SIENDO OBRERO EL SD DON CAIETANO CARRASCAL DELGADO"

(Actualmente la campana que está en nuestro bello Campanario es una réplica de ésta fundida en 2005)



El Obispo Martín de Barcia o como yo le llamo, "el Obispo de las Campanas"  ya que por mis cuentas fueron tres las que fueron encargadas por este hombre... La de San Zoilo, la del Santísimo Sacramento y de la que estamos hablando.

Don Martín fue el tercer candidato para ostentar el Obispado de Córdoba.
Anteriormente, el Rey había elegido para este puesto a D. Manuel Quintano Bonifaz, inquisidor general y confesor suyo, pero éste le hizo ver al Rey que se tendría que venir a Córdoba para servir a la ciudad ya que ese cargo no podría hacerlo desde la distancia ... Lo que el Rey entendió que mejor sería quedarse con su confesor y nombrar a otro prelado para tal menester. Así que se decidió por D. Fray Tomás del Valle, Obispo en aquellos momentos de Cadiz... Éste alegó su edad avanzada rechazando el nombramiento...
¡De nuevo Córdoba era rechazada por otro Obispo!
El Rey, sin desfallecer en el intento, puso sus miras en D. Martín de Barcia que en aquellos momento se encontraba en un Obispado de castigo, Ceuta; según cuentan en el libro de los Obispo cordobeses.
Obispo Martin de Barcia
A su llegada se había extendido por muchas provincias de España una plaga de langosta y Córdoba se encontraba muy perjudicada en sus campos.
Los cordobeses habían visto asustados la aproximación y llegada del terrible azote que en un esfuerzo de los vecinos, la habían intentado combatir con los recursos de los tratados de agricultura de la época... 
¡Sin éxito con estos medios humanos!¡Solo quedaba recurrir al cielo! 
En la ciudad se vivía una atmósfera de piedad y penitencia: Novenas, rogativas públicas con los patronos, lentas procesiones movidas al ritmo de salmos penitenciales, prohibición de danzas y representación de comedias.
Pero la decepción llegó de nuevo, al ver que tampoco estos medios fueron suficientes... Dios se mostraba sordo a las súplicas cordobesas, y la langosta proseguía implacable su obra destructora...
El Obispo, al ver la situación, le pidió al Obispo Pamplonés que le prestara la cabeza de San Gregorio Ostiense, abogado especial contra esta plaga, para sacarlo en procesión.
La bendición del agua se hallaba sometida a una serie de ritos especiales y curiosos. La cabeza del Santo está totalmente recubierta de plata con un orificio en la parte superior del cráneo y otros en el cuello; mediante un embudo de plata se vertía el agua por la parte superior y tras bañar toda la santa reliquia salía por la parte inferior a una vasija de plata de donde era recogida cuidadosamente.
El agua santa pasaba por ella, para guardada en tinajas que los aguadores transportaban al campo para prevenir el azote de las plagas.

El navarro no muy conforme con transportar la cabeza del Santo hasta Córdoba, le ofreció el agua bendecida por el Santo, pero Barcia no contento solamente con el agua, ya que según él la situación requería también de la presencia de San Gregorio, se lo pidió al Rey y éste por real cédula le pidió al Obispo navarro que le prestara la reliquia para la procesión. De paso el Santo visitaría: Teruél, Murcia, Granada, Jaén, Málaga y Sevilla y provincias de Extremadura y la Mancha.
Cuando la reliquia llegó a Córdoba fue llevada por el Cabildo al Altar Mayor y se dieron vísperas solemnes y al día siguiente se dio una Misa con asistencia de toda la ciudad... Más tarde se hizo la bendición del agua.
Se llevó en procesión al Campo de la Verdad llevando los capellanes del Cabildo a la que seguía el Obispo y todos los cordobeses.
Claro, que la plaga acabó cuando las condiciones medioambientales fueron desfavorables para las langostas.


Fuentes consultadas: 
Catalogo de los Obispos de Córdoba- Autores de fotos e información de la campana ÁLVARO MUÑOZ, Mari Carmen; LLOP i BAYO, Francesc

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