En tres tiempos se divide la vida: En presente, pasado y futuro; de éstos el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto... (Lucio Anneo Séneca)

miércoles, 28 de octubre de 2009

Los vikingos y la embajada de Abderramán II






Abderramán II no tuvo nada fácil su reinado...
La inestabilidad  fue una constante, por una parte las luchas internas por parte del bando de su tío Abdalhá que por tercera vez persistía en el intento de tener el trono cordobés y que solo finalizó porque su tío murió.  
Por otra, la sublevación de Toledo a causa de las represalias que tuvo su padre, el emir Al-Hakem I con ellos, (Recordemos las jornadas del foso y que logró apaciguar antes de que fueran a más) y que a pesar de que no alcanzaron la gravedad de la anterior, unidas  a la de los cristianos navarros que aliados con los Banu Qasi estaban dando la "murga" desde hacía bastante tiempo, cuando a primeros de Agosto del año 844 más de cincuentas naves vikingas arribaron a las costas gallegas saqueando y matando a todo lo que se encontraba en su camino.

En aquel momento fueron atacadas tierras de los cristianos donde el ejercito del rey asturiano Ramiro I se defendió de ellos como buenamente pudo de una amenaza desconocida por aquel entonces en Hispania... ¡Los Machus! como los llamaron los árabes.

Aunque estos venían con una firme intención... Llegar al corazón de Al Ándalus. 
Pues hasta a Escandinavia había llegado leyendas de las grandes riquezas que allí existían y que ellos codiciaban.
Bordearon la parte atlántica llegando a Cádiz donde inmediatamente el gobernador de ésta, mandó un mensajero a la corte cordobesa. Mientras que se defendían como podían de los  un grupo de vikingos tomaba la ciudad, otros remontaba el río Guadalquivir con la intención de llegar a Sevilla.
Fue una mañana de Septiembre cuando los sevillanos vieron llegar unos extraños barcos semejantes a pájaros rojos... Desde luego el pánico de aquello tan desconocido, provocó la huida de quien debían defenderlos y los ciudadanos fueron, en su mayoría, aniquilados por los normandos.
Durante varias semana estuvieron saqueando la población y matando a todo aquel con el que se encontraban, no importaba si eran mujeres, niños o ancianos… intentaban acabar con la vida de la mayoría y al que veían en buenas condiciones físicas lo apresaban y se lo llevaban para ser vendido como esclavo. 

Cuando Abderramán II recibió la noticia de la caída de Sevilla envió su ejercito de caballería con sus mejores generales bajo las ordenes de su hombre de confianza, el eunuco Nasr.
Tres batallas fueron necesarias para replegar y expulsar a los normandos y Nars ordenó cerrar el cauce del Guadalquivir con troncos de árboles contándoles la salida.
Una vez que las naves vikingas estaban sin salida le arrojaron teas encendidas destruyendo casi toda su flota. Las fuerzas cordobesas atacaron a principios de noviembre y derrotaron a un grupo de más de 500 hombres en Morón...
Pero la batalla decisiva fue la llamada batalla de Tablada con un resultado victorioso para el Emir ya que los invasores fueron derrotados.
Según cuenta los cronistas, entre los vikingos hubo más un millar de bajas y alrededor de cuatrocientos fueron hechos prisioneros y ejecutados inmediatamente. Sus cabezas fueron colgada en las palmeras de Sevilla, mientras que otros fueron obligados a cavar sus propias fosas enterrándolos vivos y de pie dejándoles la cabeza fuera para a continuación ordeno a toda la caballería galoparan sobre ellos. El resto, más de quinientos, fueron hechos esclavos y convertidos al islam.
Abderramán II puso todo su empeño en ayudar a todas aquellas poblaciones afectadas por los salvajes saqueos y muertes indiscriminadas de los vikingos y por ello facilitó la repoblación de muchos de los pueblos asolados, así como a levantar de nuevo todas aquellas edificaciones que habían sido destruidas.
Mandó reedificar los muros de Sevilla, donde reconstruye una atarazana que ya existía desde tiempos romanos y crea una flota de guerra permanente.

(...) que se construyese una atarazana en Sevilla, y que se fabricasen barcos; se preparó la fábrica reclutando a hombres de mar de las Costas de España, a quienes dio buenos suelos y proveyó de instrumentos o máquinas para arrojar betún ardiendo. 


Ibn al-Qutiyya de Crónica de la conquista de Al Ándalus. 


El Rey Vikingo, acostumbrado a recibir buenas noticias, fue informado del vapuleo recibido por los cordobeses y decidió enviar un emisario a Al-Ándalus para pactar la paz con los musulmanes. Durante dicha reunión el Emir aceptó con gusto la invitación formal a tierras vikingas, para sellar la paz entre ambos pueblos.
El inteligente Abderramán vio antes una oportunidad que una amenaza en aquellos bárbaros extranjeros, los misteriosos hombres rubios podían ser un fenomenal aliado contra el común enemigo cristiano, no en vano se habían enterado de las frecuentes refriegas que tenían con Ludovico Pío, hijo del gran Carlomagno.
Así que el Emir tomó una decisión arriesgada, decidió que la persona idónea para dicha empresa sería su mejor diplomático Yahya ibn-Hakam el Bekri al Djayani, Al-Ghazal cuya traducción es la gacela, para enviar una embajada a aquellas tierras donde contaban que existía hielo.
La expedición hacia tierras del norte comenzó en la primavera del 845. Las naves se estaban preparando en Silves, ciudad del sur de al-gharb portugués, desde allí zarparon y pasaron veinte meses por los reinos vikingos.
Según el texto de Ibn Dihya cuenta que:

 "En cuanto salieron a mar abierto y pasaron el gran promontorio que sale al mar y que forma la frontera más occidental de al-Andalus, que es la montaña conocida como “Aluwiyah” (cabo de Finisterre en la bahía de Vizcaya), el mar se enfureció. 
Se levantó un fuerte viento, que hizo temer a al-Ghazal y a los suyos por sus vidas." 

Superada la tormenta, llegaron después de varios días a las islas de Jutlandia lo que hoy sería la actual Dinamarca, que definió como una isla a pesar de ser una península.

 "Llegaron a una gran isla en el océano con corrientes de agua y jardines. Se encontraba a tres días de navegación de tierra firme. Allí estaban los vikingos, demasiado numerosos para ser contados y alrededor de la isla hay muchas otras islas, todas habitadas. La tierra colindante es también suya y tiene una extensión de varios días de viaje." 

Al ver llegar el barco, la gente se agolpó en el puerto con curiosidad para ver quiénes eran esos extranjeros.
Asombrados vieron bajar a la comitiva, llamándoles  la atención la vestimenta andalusí que llevaban, con amplios trajes bordados en hilos de oro que llegaban hasta el suelo.
Hombres morenos con ojos oscuros, no tan altos.
Al-Ghazal, también se llevó su sorpresa al ver las casas, las ropas de la gente, su aspecto tan distinto al andalusí.
Los machus, que así los llamaban los andalusies, llevaban ropa más ajustada, casi todos eran rubios de gran estatura y cuerpos bien formados. Las mujeres con trenzas solían llevar una camisa de lino que llegaba hasta el suelo con dos tirantes cosidos en los hombros.

Los andalusíes fueron alojados con todos los honores a la espera de ser recibidos por su Rey El rey Horic I fue informado de su llegada y se alegró mucho. Enseguida ordenó que se organizara todo para su recibimiento.
Al-Ghazal y su gente, repuestos de la travesía, preparó los regalos y la carta del Emir.
Luciendo su traje de gala, aseado y animoso se puso en marcha hacia la residencia de Horic I.
Previamente había exigido que se respetara el protocolo de no postrarse ante el rey danés, ya que él solo se inclinaba ante el Emir de Córdoba.
Enterado el Rey Vikingo de la exigencia de Al-Ghazal y creyéndose mucho más inteligente,  mandó que rectificasen la puerta de entrada a la sala de audiencia, de tal forma que nadie podía entrar por ella si no era de rodillas. Al-Ghazal se paró delante de ella y reaccionó rápido. Se sentó en el suelo con las piernas alargadas hacia delante y se deslizó sobre su parte trasera. ¡Vamos a rastraculos!
Una vez atravesado el dintel de la dichosa puerta, se puso de pie y saludó al rey con suma educación como si nada hubiera pasado. El rey Horic I, se sorprendió del ingenio del embajador:

- "Pretendía humillarte y tú en cambio me has mostrado tus zapatos en mi propia cara" - dijo Horic asombrado.

Al-Ghazal hizo como no haber escuchado sus palabras y ordenó que le acercaran la carta enviada por Abderramán e hizo traer los presentes para el rey. Horic quedó muy agradecido por los cofres llenos de ropas, vajillas y demás regalos.

En septiembre del 846, llegó la hora de la despedida para retornar a al-Ándalus. 
El rey Horic I quedó muy satisfecho de la estancia de su invitado, le entregó cartas de amistad para el Emir de Córdoba y unos documentos de paz, además de regalos.
Al-Ghazal elogió al pueblo vikingo, alabó sus hazañas y de nuevo la embajada zarpó de Jutlandia rumbo al sur.
Aunque una vez en Córdoba dijo que era las criaturas más sucias creadas por Alá.... "Ni tan siquiera se lavan las manos cuando defecan"
Un año y medio después de su partida regresó a la Península, donde fue recibido con honores.
La paz quedó sellada con los machus hasta la muerte de Horic I en 854, cuando el nuevo rey vikingo dispuso que el tratado de paz ya no tenía vigencia...

Pero eso, déjame que te lo cuente otro día.



Fuentes Consultadas:
El desembarco de los normandos en Sevilla, en el Kitab al-Masalik ila´ yami al-Mamalik de Ahmad ibn ´Umar ibn ´Anas al-´Udri - Historia de España de Ramon Menéndez Pidal de los volúmenes IV y V- Los Vikingos en España por Dozy -Breve historia de piratas por Silvia Miguens Narvaiz - Breve historia de Sevilla por Rafael Sánchez Mantero- Al-Gazal, el Viajero de Los dos Orientes de Jesús Maeso de la Torre- Abderraman II por F.G. Diario de Córdoba 02/10/1966- Islam y Al Ándalus /Miquel noruega- Foto recogida de internet de whiskyon.ru

jueves, 22 de octubre de 2009

Don Rodrigo, la leyenda del último Rey Godo


Don Rodrigo
Autor:  Mariano de la Roca y Delgado
Museo del Prado




Cuando el Rey Chindasvinto murió, el nuevo Rey Égica vio a los hijos de éste un gran peligro para su trono, así que a ambos los desterró. Al más joven, Favila lo mandó a Cantabria y al mayor, llamado Teodofredo lo desterró como duque a Córdoba.

Fue en esta bella ciudad donde Teodofredo se construyó un gran palacio y se casó con una bella cordobesa de sangre real llamada Rifcilo o Recilona, con la que tuvo al menos un hijo al que llamaron Rodrigo, que creció en la ciudad feliz en su niñez sin saber que algún día la historia se convertiría en el último rey godo... 

¡Pero sigamos con la historia!

Teodofredo mientras que el rey Égica estuvo en el trono no hizo nada por ceñirse la corona, pero una vez muerto éste y estando en el trono Witiza el hijo de Égica, encabezó una conjura junto con un grupo de nobles pues estaban harto de las perversiones de ese Rey.
La historia que desencadenó el levantamiento contra Witiza no era otra que la más antigua del mundo, el deseo que querer poseer lo que no tienes...
El rey Witiza se había prendado de una sobrina de Teodefredo que destacaba como hermosa doncella de su corte y cuyo nombre era Luz Vitular, la cuál rechazaba una y otra vez las pretensiones sexuales del Rey... 
Luz estaba enamorada del duque de Cantabria llamado Favila, su tío y hermano de Teodefredo, del que tras haberse jurado amor eterno y consumar su amor en secreto, quedó embarazada.
Cuando el duque de Córdoba, se enteró del amor que se tenía su hermano y su sobrina, logró por medio de pactos que el Rey Witiza aceptase el casamiento de Favila y Luz Vitular quienes tuvieron una hija a la que pusieron de nombre Ormesinda.
Pero he aquí que aunque pasaban los años a Witiza no se le apagaban los deseos hacia doña Luz, así que volvió a la carga y al ser rechazado de nuevo en sus pretensiones, furioso se vengó contra su esposo Favila dándole con el puño de su espalda un salvaje golpe en la cabeza que le ocasionó la muerte.

Esto fue lo que ocasionó la rebelión de Teodefredo y sus nobles, aunque esta rebelión fracasó y la lucha encarnizada terminó cuando el propio Witiza le sacó los ojos a Teodefredo, imposibilitándolo así para poder ser Rey, y lo mismo quiso hacer con Rodrigo aunque los nobles cordobeses lo escondieron e inclusos algunos cuentan que cruzó el mar y visitó las tierras de Jerusalen.

Pasado el tiempo, a la muerte de Witiza dejó tres hijos muy pequeños, se planteó el problema de su sucesión... Y mientras unos defendían que el hijo mayor del Rey difunto debía ejercer esa tarea aunque sólo tuviese diez años, un poderoso grupo de nobles se inclinaron por Rodrigo el hijo de Teodefredo que imposibilitado por su ceguera para ser Rey había abdicado en su hijo, con lo que surgió una guerra civil que acabó con la victoria de Rodrigo, un Rey cordobés.

Rodrigo era un hombre muy esforzado y hábil en los negocios pero sus costumbres no eran mejores que las de su antecesor... Era en aquella época costumbre que los hijos e hijas de los grandes señores se educaran en el palacio del Rey. 
La más hermosa de las doncellas que había en el corte de Rodrigo era la hija del Conde Don Julián, un caballero de ilustre linaje pariente del antiguo rey Witiza, señor del castillo de Consuegra y de buena parte de la costa.

Una vez Rodrigo en el trono, quiso vengar la muerte de su tío Favila y ejecutó un plan que le hizo perder su reino y adelantó la entrada de los moros a España.
El Conde Don Julián había hablado con el Rey para que se casara con su hija Florinda cosa que estaba aún en el aire por las constantes idas y venidas del propio Conde como embajador de Rodrigo.
En uno de esos viajes del conde Julián a África con una embajada del Rey, éste forzó a la doncella que dejó embarazada, y aunque antes se había hablado de que Rodrigo se casara con esta doncella, no lo había hecho y nunca lo hizo ¡Esta sería la venganza de Rodrigo contra la estirpe de Witiza por la muerte de su tío!
Casándose con Egilona también llamada Ailo por los cronistas árabes que fue la última reina visigoda de Hispania.
Al volver el Conde de su embajada y saber la deshonra de su hija por ella misma, se disgustó mucho aunque no lo dio a entender, sino que fingió no estar al tanto de la situación.

Después de haber dado al Rey cuenta de su embajada cogió a su mujer, dejó la corte sin despedirse, cruzó el estrecho y se fue a Ceuta, dejando allí a su mujer y sus riquezas.
De nuevo volvió a la corte, donde pidió al Rey Rodrigo que le dejara llevarse a su hija, ya que su esposa se había puesto muy enferma y lo que más deseaba era estar junto a ésta.
Entonces, Don Julián llevó a su hija a Ceuta junto a su esposa y donde Florinda tuvo un hijo bastardo de Rodrigo llamado Alverico.

¡¡Y es ahí donde comienza la venganza del Conde!!  Que le hizo perder a Rodrigo su reino.

En aquella época don Julián era señor de la Isla Verde hoy llamada Algeciras, desde donde había hecho a los moros muchísimo daño.
No llevaba ni tres años de reinado Rodrigo cuando gobernaba Musa, al Norte de África en nombre del Emir de los musulmanes.
Don Julián habló con él y le prometió ayudarlo para poder derrocar a Rodrigo de su trono.
Musa quiso asegurarse de que lo que decía el Conde era verdad y no una trampa, así que mandó a gente para que comprobaran si era verdad lo que Don Julian decía…
Entonces Musa le dio al conde cien caballeros y trescientos hombres a pie, al mando de Tarif ben Malluk, que desembarcaron en Gibraltar.
En él se quedaron los moros y don Julián hasta que llegaron los parientes y amigos que éste había llamado. La primera incursión que hicieron fue hasta Algeciras que saquearon, llevándose de ella mucho botín, lo que también hicieron en otros lugares de la costa.



La pobre España, que desde los tiempos de Leovigildo había estado en paz, comenzó de nuevo a sufrir las mismas calamidades que había sufrido a la caída del Imperio Romano.
Al enterarse el rey don Rodrigo que se encontraba en Pamplona, que tantas gentes habían desembarcado, levanto el sitio a la ciudad y mientras llegaba él con su ejercito, mandó contra ellos a un sobrino suyo llamado Iñigo, con hueste suficientes y acostumbradas a lidiar con los musulmanes. 
Aunque Don Julian lo tenía todo calculado y se atrevió a mucho más, ya que los llevó hasta la misma vega del Guadalquivir
El rey don Rodrigo junto con la nobleza de su reino unió a todo hombre que pudiera coger un arma y salió contra el invasor, al que halló a orillas del Guadalete, cerca de Jerez.
Los cristianos pusieron sus reales a un lado del río y los moros al otro... 

¡Cuentan los cronistas que fueron ocho días lo que duró la batalla, de domingo a domingo!
Los príncipes de la familia de Witiza sabiendo por D. Julian que los musulmanes estaban suficientemente abastecidos para la pelea, convencieron a muchos de los hombres de Rodrigo para que se pasaran al otro bando diciéndoles:

"- Este infamen ocupa un trono que no le corresponde por su nacimiento y en cuanto a esos extranjeros no abrigan el deseo de quedarse en estas tierras, solo aspiran a enriquecerse con el botín de guerra. Huyamos pues y abandonemos a este infame en cuanto esté la batalla comenzada"

Rodrigo que le había dado el ala derecha de su ejercito a Siseberto y el ala izquierda a Oppas, uno y otro hijos de Witiza,  al entrar en combate ve que ambos flancos de su ejercito escapa a desbandada y aunque se quiso mantener firme con los hombres que le quedaba no pudo ser...
No se sabe lo que fue del Rey al dejar el campo los últimos cristianos que quedaron vivos; el hecho es que su corona y su caballo blanco atado en un barrizal.
Nunca más se supo de él y mucho tiempo después fue hallada en Vieso una tumba con esta inscripción:


"Aquí yace Rodrigo, último rey de los godos."


Con la desaparición de Rodrigo un nuevo rey se ciñe la corona Agila II que imaginó que los musulmanes se marcharían después de haber ayudado con la venganza de Don Julian, pero esto no sucedió e incluso fue a reclamar que era lo que estaba pasando a Toledo donde se encontraban establecidos Tariq y Muza.

Pero eso, déjame que te lo cuente otro día




Fuentes consultadas: 
El Comes Iulianus: Entre la historia y la literatura de Enrique Gozalbes Cravioto- Historia General de Andalucia por Joaquin Guichot- La leyenda de Rodrigo de Prof. David Wacks, Dept. of Romance Languages, Universidad de Oregon - El panorama, periódico literario que se publica todos los jueves de Crónicas española J. de Burgos- Clave historial, con que se abre la puerta a la historia eclesiastica, y politica de Enrique Florez -Memorias de las Reynas Catholicas de España: historia genealogica ..., Volumen 1- Pelayo nació en Toledo y fue hijo de madre soltera por Manuel de Cimadevilla Diario La nueva España 30/12/2006 -Foto recogida de Internet en religionenlibertad. y colección Museo del Prado

jueves, 15 de octubre de 2009

El sanguinario y déspota Al Hakém I






Cuando Zuhruf parió a su hijo en el harem de Hisham I  nunca creyó que llegaría a reinar. 
Al Hakem que así se llamó el pequeño, ni era el primogénito del Emir ni tampoco tenía sangre real. 
Ella, no era más que una esclava cristiana regalada por Carlomagno, hijo de Pepino "El breve" cuando firmó una tregua con Abderraman I y que fue a engrosar el harem del Emir.

Pero el destino es caprichoso y siempre sintió su padre especial cariño por él, al igual que por su hijo Abd al-Malik el primogénito, y todo auspiciaba que sería el heredero del Emir.
Cuentan que el joven al Hakem no era muy sociable desde pequeño y que detrás de lo que su padre veía como timidez se ocultaba una crueldad despiadada que ejercía hacia los esclavos y demás hermanos.
Dicen que fue capaz de conjurar contra su medio hermano y elegido heredero, para "envenenar" con sus palabras al Emir y que éste pensara que su hijo Abd al Malik el más querido por él y el que había nombrado su heredero conjuraba contra él.
Lo encarceló durante 17 años y fue así como Al Hakem, que contaba con 26 años de edad sucedió a su padre. 
¿Qué cuál fue su primera orden cuando se sentó en el trono? Pues su primera orden fue que se ejecutara a su medio hermano Abd al Malik.
¡Creyendo que ahí se acabarían sus problemas! Ingenuo... no sabía que habría de hacerle frente a las conspiraciones de sus tíos, sublevaciones de los muladíes de Toledo, Mérida y de la propia Córdoba. Todas, fueron brutalmente sofocadas.

De la misma manera que había ocurrido en el Emirato de su padre, también se produjeron luchas entre bandos por el poder... ¡Los Omeyas no se sentían seguros ni en su propia Corte!
Se enfrentaron al nuevo Emir, como ya lo habían hecho con su padre, sus tíos paternos Sulaymán y Abdalá, que marcharon decididos sobre Córdoba creyendo poder sorprender a la Capital... 
Al Hakem le salió al encuentro entablando una cruenta batalla  en Cañete de las Torres a solo 49 kilómetros de la bella Capital , viéndose derrotado Sulaymán huyó al galope pero el caballo tropezó y cayó malherido... 
Una vez apresado por los hombres de Emir, fue él mismo el que bajó de su caballo y allí degolló a su tío paterno.
Abdalá en un primer momento huyó y se refugió en Valencia donde contaba con grandes partidarios pero privado del apoyo más grande que tuvo en su vida, que era su hermano Sulaymán, no quiso prolongar la resistencia y pensándolo mucho, le ofrece sumisión a su sobrino. Las negociaciones duraron varios años y sellaron las pases con un doble matrimonio, de dos hijos de su tío Abdalá se casarían con dos hijas de Al Hakem... 
¡La mejor de las estrategias para mantener a los hijos de su tío bien cercanos a él y como "rehenes" en Córdoba! Ya que su tío Abdalá tenía totalmente prohibido acercarse a Córdoba.

A cambio de aquella sumisión, Alhakem concedió a Abdalá el permiso de establecerse donde gustase, éste escogió Levante, desde Barcelona hasta Catargena, y la asignación mensual de mil micales de oro.


La Jornada del Foso
Pero los conflictos internos siguieron y esta vez fueron los muladíes lo que no estaban nada contentos con la política de Al Hakham.
¿Qué quién eran los muladíes? Eran los cristianos que habían abrazado el islam, la mayoría a cambio de conservar sus propiedades.
¡La rebelión! La encontró en Toledo
Por aquel entonces Toledo o Tolaitola como era denominada en aquellos tiempos, era gobernada por Yussuf ben Amrú que con sus continuos abusos y desmanes mantenía a la ciudad sumida en un continuo ambiente de terror, llegando las quejas por la tiranía que ejercía a la Corte cordobesa.
El Emir, mandó llamar a algunos nobles toledanos y una vez escuchadas todas las "andanzas" de Yussuf, fue desposeído de su cargo y encarcelado en las mazmorras de su propio castillo.

Pero algunos, no contentos con lo que había dispuesto el Emir ya que creían que era un castigo demasiado leve por todo lo que había hecho el gobernador Yussuf, y aprovechando unas revueltas a causa de la subida de impuestos, asaltaron el castillo situado en el cerro de Montichel y lo asesinaron.
Cuando la ciudad se enteró de lo que había ocurrido se mantuvo expectante a la reacción de Al Hakem,  pues de sobra era conocido con la crueldad con que respondía a las desobediencias. 

Pasaron los días y la única respuesta del Emir fue el nombramiento de un nuevo gobernador que empezó con una nueva etapa de tolerancia en la ciudad, lo que hizo a sus habitantes pensar en la buena lección que le habían dado al cordobés.

Cierto día fueron llamados los nobles de la ciudad al Castillo del nuevo gobernador con la excusa de una recepción en honor de la llegada del príncipe Abderramán, para así poder presentarle todos sus respetos al heredero de Al Hakem.
Cuentan que el castillo y sus alrededores fueron iluminados con miles de antorchas y que resplandecía como nunca, la ciudad entera estaba allí para así poder ver todas las comitivas que entraban a palacio.
Los nobles, con sus familias enteras, eran llamados para pasar a los salones y una vez que entraban... Eran decapitados uno a uno y sus cuerpos arrojados a un foso - según cuenta el cronista Ibn fal Alláh al Umari- "Entre los que esperaban había un hombre muy astuto que, al acercarse a la fortaleza, comenzó a sospechar y se dio cuenta del daño que se estaba cometiendo. 
Sin descender de su caballo, dijo a sus compañeros: 
"¿Cómo es que veo que la gente va pero luego no regresa?, ¿Acaso alguno de vosotros se ha encontrado con alguien que haya salido?. 
Deben de pasarlo tan bien- le contestó uno- que no quieren regresar.
Pero el que preguntaba, levantó la cabeza hacia arriba y, viendo la emanación de la sangre, exclamó ¡Avergonzaos, toledanos!, la espada ha sacado hoy buen provecho de todos vosotros. 
Habéis caído sobre ella como caen las moscas en la miel o las mariposas en el fuego. ¡Desgraciados, mirad al cielo!. 
Observaron entonces el palacio, que estaba rodeado de una humareda roja. 
Él les dijo: ¡Maldita sea! Se trata del vapor de la sangre y no del de la comida. 
Las gentes huyeron también y los soldados cargaron contra ellas con sus espadas, que resplandecían como un relámpago centelleante, hasta el punto de que, desde entonces, ‘Abderramán sufrió de estrabismo en los ojos. La matanza continuó hasta que no quedó ningún valiente a quien temer. 
Toledo se mantuvo fiel a sus gobernadores, que, de no ser por esta artimaña, no habrían podido dominarla"


Cuentan que Al hakém tenía una total falta de confianza en las gentes de su propio pueblo, quizás motivada por el hecho de la herencia cristiana materna viene a explicar ese gusto por rodearse de cristianos, su propio hombre de confianza era un cristiano llamado Vicente, que se expresaba con dificultad hablando en árabe; este personaje aparece citado repetidamente en las crónicas como encargado de transmitir las ordenes del soberano.
Entre sus gentes de armas, también sus favoritos eran los ciento cincuenta soldados cristianos que habían sido traídos como cautivos.
Contó con una guardia palatina de más de dos mil hombres de origen eslavo, llamados “los silenciosos”, porque no sabían el árabe ni el romance. 
Se encontaban en dos cuarteles contiguos al Alcázar y bajo las órdenes del mozárabe Rabí, hijo de Teodulfo, de origen noble fue sin duda lo que le dio la opción a ocupar este cargo.

Para sobrellevar los gastos que le ocasionaba este ejercito que debería pagar puntualmente si quería que le fuesen leales, sobrecargó los tributos llevando al límite al pueblo cordobés.
Negándose un día algunos habitantes a satisfacer aquel nuevo tributo, los recaudadores fueron maltratados...
Enterado Al Hakem de lo ocurrido mandó a su guarda con las ordenes de empalar a diez de los sublevados a la orilla del río para escarmiento de los demás.
Pero fue de repercusión contraria ya que el pueblo, al ver tanta barbarie junta, la muchedumbre se unieron para asaltar el Alcázar Omeya, donde llegaron gritando contra la tiranía del Emir.
Cuentan que los consejeros del Emir como su propio heredero el príncipe Abderraman, le suplicaron a Al Hakem con aplacar el tumulto con palabras de paz, pero el Emir, sediento de sangre salió junto a su guardia contra la muchedumbre, lanceando y degollando a cuantos se encontraba y una vez cansado hizo prisioneros crucificando a más de trecientos.
Luego dio carta blanca a sus tropas para que arrasaran el arrabal, sin respectar ni mujeres, ni niños, ni ancianos, ni casas.

"Al-Hakam se apoderó de diez de los principales exaltados y les hizo ejecutar y crucificar, con lo que dio ocasión de cólera a las gentes del Arrabal. Estalló la revuelta y, una vez dominada, la represión no se hizo esperar: ... Se sacó de todas las viviendas a quienes las habitaban y se les hizo prisioneros, luego se detuvo a treinta de los más notables de entre ellos, se les ejecutó y se les crucificó cabeza abajo. Y, durante tres días, los arrabales de Córdoba sufrieron muertes, incendios, pillajes y destrucciones."
                                                                                                                                  (Del Kamifi-l- Tarif de Ben Al-Athir)

Los pocos habitantes que quedaron del Arrabal que fue arrasado, fueron deportados sin ninguna piedad por parte de éste y desde ese momento se le conoció siempre con al Rabadí, es decir, "el del Arrabal", porque la represión terrible que allí mandó hacer fue el hecho más violento y conocido de su reinado.



El corazón de Al Hakem fue de la madre de su heredero a la que llamaba Haláua que significa dulce y que era de estirpe visigoda... 
Le dio un hijo al que llamaron Abderramán y fue el hijo más querido por el Emir, a pesar de tener dieciocho varones más y veintiuna hijas.

El Emir, pasó los últimos cuatro años de su vida encerrado en su Palacio, afectado de una grave enfermedad nerviosa, que tal vez padeció durante toda su vida pero que se fue acrecentando con la edad... 
Custodiado por su fiel milicia llamados los "silenciosos", vivía en sus aposentos donde escasa gente tenía la autorización para poder pasar a verle. 
Murió a los 53 años pasando a la historia como el Emir más sanguinario de los Omeya, dejando un mes antes al mando, a su heredero Abd al-Rahman II.


 Pero eso, déjame que te lo cuente otro día.





Fuentes consultadas:
LA JORNADA DEL FOSO DE TOLEDO, SEGÚN IBN FAL ALLĀH AL-'UMARĪ. EDICIÓN Y TRADUCCIÓN. María CREGO GÓMEZ- Recuerdo y Bellezas de España de Madrazo- Crónicas de la provincia de Córdoba por Manuel Gonzalez Llana- El veneno del Eunuco de Juan Kresdez- Europa e Islam de Wikipedia- Historia de España antigua y media de Luis Suarez Fernández- Atlas Histórico de España: La dinastía Omeya en España vol 1 por Enrique M. Ruiz, Consuelo Maqueda, etc- Boletin de la Real Academia de la Historia. TOMO CLXXXVIII. NUMERO II. AÑO 1991 Foto recogida de internet -

jueves, 8 de octubre de 2009

Hermenegildo "El Godo" escondido en Córdoba.






Desde la conquista de Leovigildo permaneció Córdoba bajo el yugo de los godos. 
Éste, en la Corte de Toledo quería establecer unas bases sólidas de su reinado y garantizar la sucesión de sus propios hijos: Hermenegildo y Recadero.
Así que los asoció al gobierno nombrándolo una especie de virreyes bajo sus ordenes.

Leovigildo que llevaba meses viudo se caso con la viuda de su antecesor Atanalgindo llamada Gosvinda de religión arriana y tan intolerante en cuestiones de fe, que consideraba a los católicos enemigos mortales. 

Como los designios del Monarca Godo era que el reino fuera heredado por su primogénito lo casó con la merovingia llamada Ingunda una preciosa niña de doce años hija del franco Sigisberto y de Brunequilda, nieta de Atanagildo y de Gosvinda, su segunda esposa.

Cuando Ingunda llegó a la Corte toledana, ya estaba concertada la boda, siendo recibida por su futuro marido y sus futuros suegros, Leovigildo y Gosvinda quien a la vez era su abuela, y cuentan que se celebró una suntuosa boda  y todo parecía presagiar un encantador porvenir, aunque pronto se vio que la reina Gosvinda sería la ruina de aquella familia.

Quería mandar en su nieta y esposa de su hijastro Hermenegildo intentado hacer de ella cuanto quería, sobre todo convertirla a su religión arriana. 
Ingunda se rebelaba defendiendo la fe cristiana como su propia identidad según relata el clérigo e historiador Juan de Bíclaro:

"Cogió a la nieta por la cabellera, la echó a tierra y golpeó dándole tantas patadas hasta dejarla cubierta de sangre. Entonces mandó que la desnudasen y la arrojasen a la piscina bautismal arriana, pero en medio de tan brutal paliza, Ingunda se mantuvo íntegra en su fidelidad a su religión". 

Como era de esperar Hermenegildo le reclamó a su padre que su esposa no fuera maltratada por su abuela-suegra y la esposa del Rey le reclamaba a la vez, que su hijastro no debería permitir que su esposa fuera católica.
¡De seguro que tuvo que ser una guerra infernal y aquí no valía tropas para salvar esta contienda!.
Así que Leovigildo deseoso de verse libre de las cansadas luchas domésticas que existían en su propio palacio, confió el gobierno de la Bética a su primogénito Hermenegildo y así alejar a la pareja de la corte.

El príncipe Hermenegildo y su esposa se trasladaron entonces a Híspalis desde donde gobierna la Bética y allí, sintiéndose lejos de su padre y de la arpía de su madrastra, abrazó la fe de su esposa a la que adoraba, convirtiéndose al catolicismo.
Al ver Gosvinda que su hijastro abrazaba otra fe que no era la suya y el ascendente poder que estaba teniendo Hermenegildo en la Bética, instigó a su esposo a que hiciera algo porque sería muy peligroso para su reino, ya que se estaba convirtiendo en el príncipe defensor de los católicos frente al arrianismo.
Con un hábil pretesto el Rey llamó a la corte a su hijo pero éste, sabiendo como se las gastaba su madrastra y el grado de manipulación que ejercía en su propio padre, rehusó ir con excusas para no acudir a la corte de Toledo.
La desobediencia de Hermenegildo lo llevó a entender  una abierta rebelión desde la Bética y marchó contra su propio hijo con innumerables tropas.
Todas las poblaciones de la Bética que eran católicas se posicionaron de parte de Hermenegildo y la primera Corduba que no había olvidado la sangrienta represalias desde la ocupación del Rey Godo.
Por espacio de dos años resistió Hermenegildo las acometidas de su padre en Sevilla pero Leovigildo no desfallecía en su empeño de subyugar a su primogénito por lo que ingenió un estratégico plan.
Sabía que la defensa de la ciudad era el Guadalquivir así, que se instaló en la orilla derecha del río, aunque sin lanzar ningún ataque, pero reteniendo a todo aquellos que podían llegar en ayuda de Sevilla.
Perdida toda esperanza de tener refuerzos Sevilla se rinde al Rey Godo.
Antes de la entrada triunfal de Leovigildo con sus tropas a la ciudad, Hermenegildo envió a su esposa e hijo Athanagildo a África, mientras que él huyó en dirección a Corduba refugiándose en la Basílica de San Acisclo, ya que sabía que su padre no tendría más remedio que respetar el lugar sagrado, sobre todo por temor a que el alzamiento encabezado por su hijo moviese al pueblo en una rebelión general.

Poco le importó al Rey Godo sitiar la ciudad durante largo tiempo y enviar a su otro hijo, Recadero, en su nombre para ofrecerle a Hermenegildo conservar su vida y no buscar a su joven familia a cambio de entregarse sin oponer resistencia y así no tener más derramamiento de sangre... 
A lo cual Hermenegildo después de pensarlo accedió.
Su padre quiso humillarlo a tal punto, que mandó que le cambiaran sus ricas ropas por andrajos y así lo paseó por toda la ciudad, luego lo envió a Valencia preso.
El 13 de Abril del año 586 el soldado Sisberto, por orden de Leovigildo entra en la cárcel y de un hachazo cortó la cabeza de San Hermenegildo.


Leovigildo mandó acuñar trientes de oro con la propagandística leyenda:

 "Cordubam bis optinuit"

"Por dos veces obtuve a Corduba"





Fuentes consultadas: 
Ultimos tiempos del reino visigodo por Luis A. Garcia Moreno. Boletín de la Real Academia  de la  Historia 1992- La crónica de Juan Biclarense, versión castellana y notas para estudio de Pablo Alvarez Rubiano- Palestra sagrada, o memorial de Santos de Córdoba con notas y reflexiones escrito por Bartolome Sanchez de Feria- Wikipedia- Historia general de España de F. Ruano-Memorias de las Reynas Catholicas de España: historia genealógica ..., Volumen 1  -Foto recogida de Internet

jueves, 1 de octubre de 2009

El Emir Muhammad I








Siempre pensó que tendría pocas posibilidades de heredar el Emirato, al fin de cuentas su padre tenía muchos más hijos y el hervidero del harem haría que las favoritas instigaran por el puesto de sus propios hijos.
Pero la misma tarde que murió Abderramán II, su hijo Muhammad I se sentó en el trono.
Contaba con 29 años y tuvo que desbaratar uno más de los complot que había promovido la favorita de su padre, Tarúb, para convertir a su hijo Abd Allah en Emir...¡ Desde luego no era el primero que intentaba !

Pero el Emir siempre le tuvo un cariño especial, tal vez porque su madre y primera esposa a la que llamó Buhary murió al tenerlo a él, dejándolo en manos de una esclava al que su padre llamaba Al Si-ffa y de la que tanto se enamoró, ya que era perdidamente mujeriego, liberándola para convertirla en su esposa.
Pero de nuevo el destino quiso dejar solo al pequeño Muhammad, su madre adoptiva murió en los campos de Toledo mientras acompañaba a su padre el Emir Abderramán II a una de sus campañas, fue allí mismo donde fue enterrada. 
La preocupación y dedicación por conservar la unidad del Emirato era tan grande como su interés por el desarrollo de las ciencias, la literatura y la poesía.
A pesar de su gran preparación tuvo enormes problemas en su mandato sometido a revueltas primero con su propio tío por línea paterna que sofocó casándose con su propia prima llamada Umm Salama. 
Más tarde, su gobierno fue sometido a constantes revueltas y movimientos separatistas de los muladíes y mozárabes.
Los Banu Qasi que se aliaron con los Arista de Navarra con Musa ibn Musa a la cabeza, se rebelan contra Córdoba auto proclamando su independencia, como consecuencia de ésto Muhammad invadió la región de Navarra  arruinando y devastando todo el territorio, y dejando una desolada Pamplona, trayendo cautivos y haciéndose dueño de varios castillos, puntos estratégicos en aquellas tierras que le servirían para una sumisión por algunos años.

También recobra Barcelona tomada por los franceses y los echa al otro lado de los Pirineos, aunque no duró mucho ya que después se hicieron de nuevo fuertes en Cataluña.
En tiempos a Muhammad continua los problemas con los mozárabes, y la ultima decapitación del  instigador de los mártires voluntarios, San Eulogio, pone fin a los martirologios de los cristianos cordobeses.

Toledo se rebela en varias ocasiones y aunque Ordoño I rey de Asturias ayudados con varios miles de mozárabes, presta apoyo en auxilio de la ciudad, el Emir logra aplastarla en una dura derrota para los cristianos en Guadalete...
Es también atacado por los normandos en Algeciras donde las topas del Emir los rechazas abandonando las costas de Al Ándalus.
El poco tiempo que tuvo de paz, remató las obras de la Mezquita-Aljama renovando la parte antigua y afianzando la nueva. 
Incluso a él se debe que durante el Emirato se declarara el domingo como día festivo para los cristianos, pero éstos no contentos con el reconocimiento de su día de fiesta, muchos se empeñaron en ensalzar y buscar el martirio como San Eulogio había propuesto...

Se dice de él que era rubio de tez clara, nariz aguileña y cuerpo achaparrado y que era un hombre muy culto y un excelente poeta, a pesar de que sentía un interés especial por las matemáticas. Era juicioso y de hermosas costumbres, dotado de agilidad mental. 
Muhammad muere con sesenta y siete años de edad, un cuatro de agosto del año 886 su reinado había durado, nada más y nada menos que treinta y cuatro años, diez meses y veinte días, dejando treinta y tres hijos y veinte hijas.

Dos de sus hijos llegarían a reinar, un Emirato en amenazado y en discordia. 
Uno, el que él decidió que sería su heredero Al-Mundir el que nació sietemesino, el hijo de la esclava cristiana Ailo, el otro llamado Abdalá llegaría al poder con muy malas artimañas... 
 Pero eso, déjame que te lo cuente otro día.





Fuentes consultas: 
Historia general de España por J. de Mariana y J.M. Medrano- Sociedad, política y protesta popular en la España Musulmana por Roberto Marín Guzman- Historia de España antigua y media por Luis Suarez Fernández-De muerte violenta: política, religión y violencia en Al-Andalus por Maribel Fierro - Wikipedia- Foto recogida de internet Buy The Travels Of Ali Bey, [pseud. ] Volumen, Ali Bey, no corresponde con el personaje )