En tres tiempos se divide la vida: En presente, pasado y futuro; de éstos el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto... (Lucio Anneo Séneca)

martes, 6 de marzo de 2012

La leyenda de la calle el Queso





Esta calle, situada en el típico barrio de San Lorenzo es estrecha y tortuosa y tiene una original historia.
Allá más o menos por el año 1690, en una casona de aire señorial que se correspondía con la que actualmente tiene el número 1 vivía un viejo hidalgo que cuentan, descendía de una de las más rancias familias de la nobleza...
La casa cuya primitiva arquitectura ha desaparecido, ostentaba sobre el amplio y vetusto portalón un escudo con una espadas cruzadas sobre un tablero de ajedrez y un lema que traducido del latín decía:
Valor, inteligencia y perseverancia.

Don Nuño de Nuia y Lozano de Cabrera , que así se llamaba, tenía una hija llamada Isabel " Tan hermosa como su virtuosa madre muerta en el acto del alumbramiento" y pese a su vida recatada impuesta por la severidad paterna, Isabel, que solo salía muy de mañana para asistir a la misa de la vecina parroquia, en compañía de su vieja ama Manolita, hubo de inspirar a un joven artesano llamado Rafael Benjumea, que en una casucha del fondo de la misma calleja, vendía leche y elaboraba unos quesos riquísimos que se habían hecho populares en la barriada.
No sabemos como Isabel y Rafael se hablaron aunque fogosa y persuasiva debió ser la charla del tunante, porque desde ese momento la dulce Isabel cayó en la enfermedad del dulce mal del amor.
Y aquí empezaron las congojas y temores, ya que su padre quería casarla con un decrépito marqués de origen gallego que ocasionalmente se encontraba en la ciudad...
Se trataba del marqués de Ocaña poseedor de unos enormes bigotes, que pretendía aunque en vano, disimular el estado ruinoso de su espíritu y que solo repulsión le inspiraba a la bella joven.

Rafael Benjumea no estaba dispuesto a dejarse ganar la presa e ingenioso y osado forjó un plan para coronar sus ilusiones con éxito.
Comenzó por introducirse en la casa de D. Nuño con el pretexto de dar a conocer sus ricos quesos no dudando en sacrificar el poco dinero que tenía y ofrecerlos gratuitamente " a modo de prueba"... ¡Todo por frecuentar la morada de la delicada Isabel!
Se aficionó don Nuño al rico queso que tan generosamente el joven le ofrecía, que no dudo en seguir saboreando los distintos quesos cuando Benjumea le afirmaba muy serio:
- "Que los atinados juicios que de su mercancía hacia tan ilustre caballero era para él indicio seguro de perfección y garantía de nueva y selecta clientela"
No obstante Benjumea que de esta manera  pudo gozar de conversación con Isabel, se daba cuenta de que debía obrar rápidamente si quería ser compensado por los dispendios que amenazaba arruinar su humilde negocio.
La ocasión se le presentó propicia, ya que pocas noches después D. Nuño se puso al habla con Benjumea, pues quería agasajar a un huésped con el rico manjar que tan diestramente elaboraba, ya que había invitado al ilustre pretendiente de su hija, el marqués de Ocaña, a cenar.
Benjumea, no solo puso a disposición de don Nuño su mercancía, sino que él mismo se ofreció a dirigir las operaciones culinarias y servir a tan distinguido invitado.
Dispuestas así las cosas, Rafael hizo por ver a Isabel hablando tan secretamente que ni las paredes oyeron.
El caso, es que Benjumea le sirvió la cena y recibió abundante parabienes de don Nuño y el marqués, aprovechando el mozo la oportunidad para manifestar que un viejo amigo le había enseñado a confeccionar un delicioso postre, solicitando la ayuda de unas manos jóvenes y hábiles para realizar aquel manjar y que solo tardaría menos de una hora...
El marqués le pareció muy buena la idea, a lo que le segundo D. Nuño rogándole a su hija que junto con la dueña ayudase a Benjumea y así lo hizo Isabel de muy buen talante que junto con su amada se retiraron a la cocina...
Entretanto D. Nuño que gozaba de buen ajedrecista, se enfrascó con el marqués en una partida tan interesante que ni él, ni Ocaña se dieron cuentan de que un ruido de caballos delataba que el carruaje del marqués se alejaba a escape.
Pasada una hora apareció la criada portadora de una bandeja en que había un pequeño bulto tapado con un pañuelo.
D. Nuño y el marqués abandonaron la partida y se dispusieron a probar el extraño presente... Sin embargo, cuando descubrieron lo que ellos creían el misterioso postre, solo estaba la cubierta de un queso corriente y debajo una nota en la que decía:
Con VALOR entré en su casa, con INTELIGENCIA seguí en ella y con PERSEVERANCIA he logrado enamorar a su hija y llevármela.
La ira de don Nuño y el marqués de Ocaña debió de ser terrible, y aunque salieron a buscarlos ya nada se podía hacer...
Benjumea e Isabel se casaron... Con el tiempo fueron perdonados por D. Nuño y de nuevo regresaron a vivir con él en la casona.
Y esta es la extraña historia que junto con la "comidilla" de la gente, da nombre a la calle cordobesa



Fuente:

 Rescatada de Diario de Córdoba Agosto de 194 escrita por J. Vazquez del Prado

No hay comentarios: