En España durante el siglo XVII se había producido un estancamiento en el conocimiento de la medicina y venían de la mano del retroceso económico tras el reinado de Felipe II, la censura en libros, la persecución a minorías como la judía que con anterioridad habían realizado importantes labores en el campo científico, habían motivado la escasez de personal debidamente formado.
Por ello, no eran pocas las ocasiones en que se solicitaban los servicios de curanderas para poder aliviar o solucionar problemas de fracturas o dislocaciones de huesos.
También gozaban de trabajo los sacadores de piedras o hernistas y las parteras ayudaban en la hora del parto y conocían bien algunas de las enfermedades propias de la mujer...
Generalmente este tipo de personas eran de condición humilde y también carecían de formación, aunque contaban con gran experiencia y el "boca a boca" que era lo que los avalaban.
Los recursos que utilizaban eran naturales a base de hierbas con las que hacían cataplasmas y ungüentos para curar calenturas, tisanas para aliviar el dolor... Su fama dependía de los casos resueltos con éxito.
Plaza que antaño se le denominaba Panderete de las brujas |
Casi todas ellas eran prodigiosas expertas en la fabricación de perfumes, ungüentos y cremas de belleza por cuanto algunas tenían en su casa un verdadero laboratorio.
En aquellos tiempos en la ciudad existía una minúscula placita situada en la calle ravé que se le llamó el Panderete de las Brujas donde dicen que vivían varias hechiceras y de las que Ramirez de Arellano escribe en su "Paseos por Córdoba"
La gente contaba entre el miedo y la superstición que a ciertas horas de la noche se hacían aquelarres donde danzaban hasta que apuntaba el sol y que eran conocedoras de fórmulas ocultas que llevaban a sus víctimas o mejor dicho, a sus clientes a un estado alterado de conciencia.
El mismísimo médico de Felipe II, don Andrés Laguna dedicado a la farmacología, llegó a trabar relación con una de ellas, y consiguió como fruto a sus esfuerzos una muestra de la sustancia que empleaban para provocar el trance.
Usando como cobaya a una criada ¡Pobre criada! y sabiendo ya que la composición era básicamente un conjunto de hierbas como la belladona, comprobó que el ungüento era la causa de sueños extraños, alucinaciones y viajes de la mente...
Un ungüento que seguro se utilizaría para aliviar dolores.
Los míticos ritos que se celebraban en el Panderete de las Brujas nunca fueron demostrados, y es posible que surgieran únicamente de la leyenda.
La sanación fue una de las principales demandas a las profesionales de estas artes. La existencia de graves problemas de comunicación,junto con la escasez económica, fueron factores que intensificaron este tipo de "medicina" alternativa.
Estas hechiceras cordobesas cumplieron una función social muy concreta... Intentar sanar con los pocos recursos que contaban.
Perseguidas por los tribunales de la Inquisición, cuando solo el pensar diferente era motivo para estar frente al tribunal, y vencidas por el paso de los siglos, las hechiceras del Panderete de las Brujas fueron desapareciendo.
La última hechicera de esta plaza fue Catalina Salazar que se dedicaba, entre otro tipo de actividades a aliviar enfermedades.
Esta mujer era natural de Aguilar que ante El Tribunal los testigos declararon que la habían visto entrar en otras casa a curar.
Uno declaró por sospechar que tras darle de oler una rosa a su hermano, éste había enloquecido y otro testigo afirmó haber sido testigo de ciertos actos supersticiosos realizados por la propia Catalina para curar a una tal doña Juana.
En su declaración, Catalina Salazar ¡Y a saber como se hizo esa declaración! manifestó que conjuraba al demonio con los siguientes versos:
Yo te juro, por tizón y por carbón,
y por cuantos diablos con él son,
y por el diablo Cojuelo,
para que con pronto vuelo
me traigas a Bartolomé.
Venga, venga y no se detenga
por el aire como torbellino,
sin que encuentre tropiezo en el camino.
Por auto celebrado en Córdoba el 2 de diciembre de 1625, la pasearon penitente montada en un borrico con soga al cuello y le dieron 100 azotes.
Fuentes consultadas:
Paseos por Córdoba: O sean apuntes para la historia por D. Teodomiro Ramirez de Arellano- El "Panderete de las brujas fue en otro tiempo, el sitio más temido de Córdoba por Marcelino Duran de Velilla Diario de Córdoba 29/01/1962- El Panderete de las Brujas por M. Medina Gonzalez Diario de Córdoba 08/01/1975- Primera foto recogida de Internet
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