Cuenta El Bayan al Mugrib de Ibn Idhari que era costumbre de guerra expropiar a los pueblos rendidos por capitulación la mitad de toda iglesia que poseían, tal y como ocurrió con la Iglesia de Damasco.
Cuando conquistaron Córdoba los musulmanes, expropiaron a los mozárabes la mitad de la Iglesia Mayor (Kanisa Kabira) consagrada a San Vicente, transformando aquella mitad en Mezquita y quedando el resto en poder de los cristianos.
Conforme se fue acrecentando el número de musulmanes de Al-Andalus, la mezquita resultó insuficiente por lo que Abd al Rahmán Ibn Mu´awiya, el Dajil ( El Inmigrado), convocó a los mozárabes cordobeses y les pidió la venta de la parte que poseían de la iglesia mencionada, remunerándoles por ello con una fuerte suma, permitiéndoles además, la reedificación de las iglesias de las afueras de la ciudad que habían sido demolidas en tiempos de la conquista.
Corría el 169 de la Hégira (14 de Julio de 785 d C) cuando se dieron comienzo a las obras de la que con el tiempo, habría de ser la mayor mezquita de Occidente.
Así la mezquita Aljama fue construida con la finalidad de dar cabida a la cada vez mayor población cordobesa.
Cuentan que el propio Abderramán puso la primera piedra y que dedicó una hora diaria a levantarla con sus propias manos, que derramó oro a manos llenas y que no perdonó sacrificio para que la levantaran con rapidez y que en el momento de su muerte llevaba gastadas cien mil doblas de oro.
La leyenda del Ángel
Cuentan que en el palacio de Al-Ruzafa, Abderramán I dormía plácida y suavemente cuando una pesadilla nubló su sueño...
El demonio había hecho presa de su espíritu y ante su vista desfilan los episodios sangrientos de su reinado, gritó...
Pero nadie le socorrió y soló el eco burlón de sus gritos contestó a sus desesperados llamamientos...
De pronto se ve arrastrado por una multitud que lo golpean y escupen, desapareciendo su poder, empujándole hasta la orilla del río donde le aguardan dos palos cruzados trabados en forma de cruz.
Una ola de terror parece arrastrarle y entre una atroz agonía siente como unos clavos agudos se van introduciendo a golpe de martillo en las palmas de sus manos y en sus destrozados pies.
¿Cómo es posible aquello? ¡Él es el Emir independiente y soberano, dueño de vidas y haciendas!
De repente un súbito resplandor le ciega y una dulce voz, parece llamarlo:
-¡Príncipe de los Omeyas!.
Poco a poco abre sus ojos y ve ante él la esbelta figura de un ángel.
El Emir sorprendido quiere levantarse pero no puede, los clavos del tormento aun le sujetan pero sin embargo un extraño bienestar parece invadirle mientras contempla absorto la celestial aparición.
¡Emir!, Alá te libró en Damasco de la rebelión de los abbasíes para que tu estirpe no sucumbiera- le dijo el ángel- Sin embargo, ¿Que le has dado tú a cambio al Dios único, generoso y magnánimo?
Devuelve a Alá sus favores consagrándole una obra digna de su grandeza y para los ojos de las generaciones venideras hasta el fin de los tiempos.
El Emir se incorporó con trabajo de su cama y poco a poco, se fue recobrando del sueño.
Mandó llamar a uno de su astrólogo, al que le fue relatando su pesadilla del principio y lo que le había dicho el ángel al final.
Hablan ambos largo y tendido; y cuando se retira el astrólogo, manda llamar a su hayib y dice Abderraman:
-¡Tal será la obra que le consagre a Alá que el mundo entero le tendrá envidia, será tan inmensa que soportará las embestidas del tiempos.
Vista aérea de la Mezquita de Córdoba |
La Mezquita que hizo Abderraman fue ampliada por sus hijos y por los hijos de sus hijos que la hicieron grande, majestuosa y única.
Que sigue y seguirá asombrando al mundo desde una ciudad que una vez fue la joya del universo
Una obra así solo pudo ser fruto de un sueño....
Fuente Consultadas:
Leyendas contemporáneas e históricas Culturas Populares. Revista Electrónica 3 septiembre-diciembre 2006- Foto recogida de Internet en http://images.search.yahoo.com