En los primeros meses del año 1500, los Reyes, todavía no tenían claro qué hacer con sus vasallos musulmanes.
Así que lo más importante en ese momento era reprimir los focos de rebelión surgidos tanto en la Alpujarra como en otros lugares de la sierra andaluza.
Todas esas revuelta ocurrieron a causa del bautizo de los vecinos del Albaicín en Granada, incluyendo ahora a los musulmanes residentes en las alquerías de la Vega y a los rebeldes de Guéjar, que estaban obligando por la fuerza, y ésto fue principalmente lo que hizo prender la hoguera de la rebelión...
Por esas mismas fechas, el corregidor de Ronda prohíbe a los vecinos de la ciudad que se desplacen a la Serranía ya que los moros del Albaicín habían enviado mensajeros a tierras de Málaga para instigar a los mudéjares a que se levantaran contra los cristianos, aunque demasiado tarde ya que la revuelta había prendido en varios puntos de la comarca rondeña.
Por ello, El rey Fernando, ordena al conde de Cifuentes, que marche a la serranía de Ronda en compañía de don Alonso de Aguilar, nuestro ilustre paisano, y el conde de Ureña, con tropas de las casas respectivas y las milicias de Sevilla, Jerez y su comarca; organizando una batida por la sierra creyendo que sólo con su presencia todo quedaría desbaratado...
El campamento del ejército cristiano se instala en Monarda, junto a un gran arroyo que lo separaba de los moros rebeldes... El desastre sobreviene al anochecer del martes 18 de marzo de 1501...
La personalidad de D.Alonso de Aguilar y que en este blog dejamos su historia, y los acontecimientos que sucedieron aquella noche con el resultado de su muerte darían lugar a un romance.
Según cuentan:
Se dio orden de que nadie cruzara el arroyo porque era ya noche oscura y la sierra poco conocida por ellos... Unos cuentan que fueron provocados por los mahometanos con gritos que llegaban hasta el arroyo cuando dos o tres hombres toman una bandera y cruzan el arroyo para subir en busca de los moros que aguardaban en la ladera opuesta.
Otros, sin embargo cuentan, que algunos de los cristianos se dispersaron para robar los enseres de los sublevados... Realmente, nunca sabremos que fue lo que ocurrió aquella noche y por qué algunos hombres desatendieron las ordenes dadas.
El caso es que tras ellos fueron D. Alonso de Aguilar con sus hombre, Don Pedro Girón y la gente de Morón...
Hicieron los moros tal estrago que don Pedro Giron y otros, se volvieron hacia el campamento ya que en éste habían encendido hogueras para que pudieran dirigirse de nuevo a él sin perderse, por ser noche tan cerrada, dejando a D. Alonso y sus hombre solos.
En la refriega perecen el de Aguilar y la mayoría de sus hombre, que se vieron acorralados por los rebeldes y sin ayuda de sus compañeros.
Fueron muchos los que culparon al conde por no haber socorrido a Don Alonso que hasta una copla le cantaban:
Decidme conde de Ureña
¿Don Alonso dónde queda?
Su muerte también quedó reflejada en el libro de "Catalogo de los Obispos" cordobeses constando así:
Los moros de Granada se revelaron y el Alcayde de los Donceles y D. Alonso de Aguilar corrieron pronto a sosegarlos.
Esta empresa fue fatal para D. Alonso, pues queriendo socorrer a unos cristianos, entró en sitio muy estrecho de Sierra Bermeja y aunque obligó a retirarse a los mahometanos, le cogió la noche en la sierra.
Los enemigos sabían que tenia pocos hombres y como se conocían aquellas montañas, le acometieron por todas parte. Incluso, algunos de sus hombres, le aconsejaron que se retirarse, pero su invencible ánimo escogió morir antes batallando que volver la espalda con deshonor a su gloria militar... Y así le dieron tantas heridas que quedó su cuerpo desfigurado y a penas se pudo conocer el cuerpo al día siguiente.
Sucedió la desgracia de éste héroe tan famoso el dieciocho de Marzo de 1501 mientras que su hermano, el Gran Capitán. triunfa en Nápoles con imponderable valor y fama.
Éste es uno de los romance del Señor de Aguilar, un hombre intrépido y osado con nada que envidiar a su hermano, don Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán.
***
Estando el rey don Fernando en conquista de Granada,
donde están duques y condes y otros señores de salva,
con valientes capitanes de la nobleza de España,
desque la hubo ganado, a sus capitanes llama.
Cuando los tuviera juntos, de esta manera les habla:
-¿Cuál de vosotros, amigos, irá a la sierra mañana
a poner el mi pendón encima del Alpujarra?-
Mirábanse unos a otros, y ninguno el sí le daba,
que la ida es peligrosa y dudosa la tornada,
y con el temor que tienen, a todos tiembla la barba,
si no fuera a don Alonso que de Aguilar se llamaba.
Levántose en pie ante el rey; de esta manera le habla:
-Aquesta empresa, señor, para mí estaba guardada,
que mi señora la reina ya me la tiene mandada.
- Alegróse mucho el rey por la oferta que le daba.
Aun no era amanecido don Alonso ya cabalga
con quinientos de a caballo, y mil infantes llevaba.
Comienza a subir la sierra que llamaban la Nevada.
Los moros que lo supieron ordenaron gran batalla,
y entre ramblas y mil cuestas se pusieron en parada.
La batalla se comienza muy cruel y ensangrentada;
porque los moros son muchos, tienen la cuesta ganada
aquí la caballería no podía hacer nada,
y ansí con grandes peñascos fue en un punto destrozada.
Los que escaparon de aquí vuelven huyendo a Granada.
Don Alonso y sus infantes subieron a una llanada;
aunque quedan muchos muertos en una rambla y cañada,
tantos cargan de los moros, que a los cristianos mataban.
Solo queda don Alonso, su compaña es acabada:
pelea como un león, mas su esfuerzo vale nada
porque los moros son muchos y ningún vagar le daban.
En mil partes ya herido no puede mover la espada;
de la sangre que ha perdido don Alonso se desmaya.
Al fin cayó muerto en tierra, a Dios rindiendo su alma;
no se tiene por buen moro el que no le da lanzada.
Lleváronle a un lugar que es Ojicar la nombrada;
allí le vienen a ver como a cosa señalada.
Mírale moros y moras, de su muerte se holgaban.
Llorábale una cautiva, una cautiva cristiana,
que de chiquito en la cuna a sus pechos le criara.
A las palabras que dice, cualquiera mora lloraba:
-Don Alonso, don Alonso, Dios perdone la tu alma,
que te mataron los moros, los moros de la Alpujarra.
no se tiene por buen moro quien no te daba lanzada.
Lloren todos como yo, lloren tu muerte temprana,
llórete el rey don Fernando, tu vida poco lograda,
llore Aguilar y Montilla tal señor como le matan,
lloren todos los cristianos pérdida tan lastimada,
llore ese gran capitán pérdida tan señalada,
que muerte de tal hermano razón es, la gima y plaña:
que tu esfuerzo tan crecido esta muerte te causara.
Dechado tomen los buenos para tomar noble fama,
pues murió como valiente, y no en regalos de damas;
murió como caballero matando gente pagana.
Y estas palabras diciendo otra vez se traspasaba.
Llegó allí un moro viejo, la barba crecida y cana:
-No quiera Alá-, dijo a voces -a ti más ofensa se haga.-
Echó mano a un alfange, la cabeza le cortara,
tomóla por los cabellos, para su rey la llevaba, diciendo:
-Tal caballero esforzado y de tal fama,
no es justo siendo muerto, que tal baldón se le haga.-
El rey moro que lo vido, gran pesar de ello cobrara;
el cuerpo manda traer de allí donde muerto estaba.
Enviólo al rey don Fernando, y la cabeza cortada;
el rey hubo gran placer en que muerto le cobraba,
que puesto que allí muriera, su fama siempre volaba.
Y aquí termina la historia de nuestro insigne caballero don Alonso de Aguilar eclipsado por la figura heroica de su hermano.
Pero eso, déjame que te lo cuente otro día
Fuente:
La "Conversión general" en el Obispado de Málaga (1500-1501) de José Enrique López de Castañer - Juan del Encina- D. Alonso de Aguilar de J Edwards-Fotografía recogida de Internet de el blog de acebedo - Romance recogido en depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.phpigrh)