De un mismo hombre nacería el día y la noche,
curiosamente, el Emir Muhammad,
jamás supo interpretar aquellas palabras...
En el harén del Emir Muhammad I, dos esclavas, una cristiana llamada Ailo y otra vascona llamada Ushar coincidían, quizá por los caprichos divinos, en estar embarazadas.
Ailo, fue la primera en parir una criatura prematura a la que impusieron el nombre de Al-Mundhir.
El niño nació sietemesino lo que hacía disminuir las posibilidades de Ushar en convertirse en la madre del heredero. Esta situación desataba la ira de ésta que veía peligrar su posición en el harén, aunque mantenía la esperanza que aquel niño no sobreviviera en los primeros meses de vida y que fuera el hijo que estaba gestando el que fuera el heredero del Emirato.
Pero el príncipe Al Mundhir era tan fuerte como la esperanza de Ailo de verle algún día como madre del futuro Emir cordobés.
La otra esclava, Ushar, tuvo dos meses después a su hijo al que le impusieron de nombre Abú Muhammad Ábd Allah, pasando a la posteridad como Abdalá el último Emir.
Ambos niños crecieron, al igual que los otros 32 príncipes y sus 23 hermanas entre las mujeres del Alcázar Omeya.
Lo que conllevaba ser influenciados desde muy pequeños por las tramas y las ansias de poder de sus madres en el harén.
Los niños fueron diferentes tanto en su forma de vida como en su aspecto físico, Al Mundhir era moreno de piel, ojos negros y de pelo ensortijado, mientras que Abdalá era de piel blanca y pecosa, de cabellos rubios y con grandes ojos azules.
Mientras que Mundhir desde muy pequeño, fue educado y formado para gobernar y capitanear los ejércitos de su padre contra los insurrectos, como verdadero heredero del Emir. Abdalá se trasladaba a vivir entregándose a otros placeres en la finca Almunia de la Noria.
El entorno de la quinta, levantada por él, se convirtió pronto en un vergel hermoso, ampliamente delineado que pobló de árboles y plantas y luego de embellecerla y delimitarla, proclamó públicamente su compra y tomó posesión de ella.
Cuando el 4 de agosto del 886 murió el Emir Muhammad I, Al- Mundhir que se encontraba en las mismas puertas de Bobastro, la atalaya malagueña inexpugnable del rebelde Umar ben Hafsún, recibió allí la noticia de la muerte de su padre, volviendo a Córdoba para darle sepultura al Emir en la Rawda, el panteón de sus mayores y tomar posesión de su Emirato.
Su reinado fue escaso ya que duró apenas dos años, los mismos que dedicó a combatir sin éxito al insurrecto caudillo muladí.
Al Mundhir encontró la muerte un 29 de Junio en las mismas puertas de Bobastro, que apenas dos años antes habían escuchado la noticia de la muerte de su amado padre…
Sobre Abdalá recayó la sospecha del asesinato de su hermano, de la pócima se culpa al médico de la Corte, que participando en las intrigas de Abdalá por el poder, lo sangró con una lanceta envenenada.
Abdalá, de la misma edad que su hermano, 44 años, y preocupado porque pudieran heredar el trono sus sobrinos, actuó con la piedad y discreción que regía su vida pública.
Vino de Bobastro, trayendo el cuerpo de su “querido” hermano a Córdoba, donde se ocupó de la oración fúnebre al pie del panteón de los Omeyas levantado junto al Alcázar, y ocupó el trono con el nombre de Abdalá I.
A pesar del deseo de poder, no supo reinar y su gobierno se vio alterado por las constantes guerras entre tribus árabes, beréberes y muladíes.
Su poder como Emir se limitó a las tierras cordobesas, pues el resto de provincias estaban gobernadas por familias rebeldes que no acataban su autoridad... Las provincias no mandaban contribuciones, el Tesoro estaba tan vacío como los zocos, y el pan se había convertido casi en un lujo.
Aunque dejó fama de creyente fervoroso, atento con el pueblo y los mandatarios, fiel cumplidor de las cinco oraciones diarias y asiduo de la Mezquita, construyendo el Sabat, el pasadizo secreto desde su residencia hasta la Mezquita para que la gente no lo viera pasar.
Muy interesado en la justicia mandó construir la puerta de la Justicia Bab Al´Adl en su Palacio, donde aplicaba directamente a aquellos que venían buscando justicia.
Los intentos de dejar su imagen pública impoluta, no le eximieron de quedar en la Historia como un Emir de cuya debilidad y cobardía murmuraban las tropas:
¡Destetaba la guerra!
Con el temible Ben Hafsún acosando Córdoba el Emir rogaba la paz y, en lugar de las armas, se recluía en sus estancias escribiendo versos como estos:
"Todas las cosas de este mundo son transitorias, (…) Dentro de poco estarás en la caja y echarán tierra húmeda sobre ese rostro tan hermoso".
Abdalá se recompone y logra organizar un ejercito de cerca de 14.000 soldados entre los cuales había unos 4.000 voluntarios, mientras que Umar Ibn Hafsún le doblaba en hombres... Pero el Emir ideó minar las fuerzas de el de Bobastro, dejándole sin partidarios.
Así que dirigió sus tropas contra la fortaleza de Karkabuliya, Carcabuey, que estaba bajo el poder del insurrecto Saíd Ibn Mastana aliado de Hasfsún que fue derrotado pidiendo perdón a Abdalá y rindiéndole sumisión.
Cuando el Emir le dio el perdón solo le impuso una condición, la destrucción total del Castillo de Karkabuliya...
Viéndose con pocos apoyos Hasfsún, decidió proponer un arreglo de paz al Emir Abdalá, éste aceptó pues estaba muy interesado en mantener Al Andalus unido.
A cambio del perdón, le ordenó a Umar que le enviara a uno de sus hijos para mantenerlo como rehén en Córdoba y así saber que no rompería su palabra, así que el hasta entonces líder de Bobastro, accedió a la petición pero le envió a un joven que había adoptado para la ocasión... Cuando la Corte cordobesa descubrió el engaño, le obligaron a que entregara a uno de sus verdaderos hijos, cuando el joven llegó ante Abdalá, fue degollado allí mismo y su cabeza enviada a su padre.
Mientras, se temían las revueltas dentro y fuera de la acosada Córdoba... La Corte cordobesa no dejaba de ser insegura para cualquier Omeya que se encontrara en el poder.
Cuando eligió a su hijo Muhammad para sucederlo en el trono, que había tenido de una de sus esposas, la que era hija del rey de Navarra, Oneca Fortúnez, a la que le dio el nombre de Durr.
El complot de nuevo se hizo en el harem... Guizlam, esposa también de Emir y de sangre real aspiraba que su hijo Mutarrif fuera el nuevo Emir.
Instigado por su madre y partidarios, Mutarrif asesinó a su medio hermano Muhammad, quien lo golpeó hasta causarle la muerte, la victima dejó un primogénito llamado Abderramán de veintiún días, que la mala conciencia del Emir había de convertirlo en su protegido.
El Emir no castigó a Mutarrif por este crimen, en el fondo justificó el asesinato esgrimiendo la desobediencia y rebeldía de Muhammad, o tal vez lo vio reflejado en su misma historia... Pero el karma hace que pagues tus acciones y las mismas acusaciones pesaron luego sobre Mutarrif, a quien unos años más tarde, el propio Emir ordenó ejecutarlo temiendo que se hubiese aliado con los rebeldes sevillanos.
El último Emir de Córdoba murió con 68 años y 24 años de reinado dejando a pesar de tener 15 hijos a su nieto más querido, el hijo de Muhammad y que llegaría a ser el primer Califa cordobés, Abderraman III
Pero eso, déjame que te lo cuente otro día
Fuentes Consultadas:
Historia de España: Escrito por Juan Cortada- Recuerdo y Bellezas de España de Madrazo- Crónicas de la provincia de Córdoba por Manuel Gonzalez Llana- Historia de España antigua y media de Luis Suarez Fernández-Europa e Islam de Michel Bernardini- Al Andalus sociedad e instituciones-Atlas Histórico de España: La dinastía Omeya en España vol 1 por Enrique M. Ruiz, Consuelo Maqueda etc- Foto recogida de Internet no corresponde con el personaje-Wikipedia-