sábado, 3 de septiembre de 2011

La leyenda de los Comendadores

 ¿Realidad o ficción?



Cuenta la leyenda que Fernán Alonso de Córdoba, estaba casado con Doña Beatriz de Hinestrosa una joven dama de extremada belleza.
Tanto doña Beatriz como Fernán eran envidiados por toda la corte de D. Juan II de Castilla, ya no solo por el puesto que tenía su esposo y el reconocimiento del Rey sino que la ilustre señora era muy tenida en cuenta a causa de la familia de donde provenía pues era nieta de doña Leonor López de Córdoba la que fue valida y por lo tanto mujer muy influyente en la Corte, de doña Catalina de Lancaster, madre del que era actual Rey.

Pese a aquella regalada existencia, la pareja tan dichosa compartía una frustración y era la de no haber tenido hijos. Cuentan las crónicas que hicieron todo lo posible y lo imposible por lograr descendencia, desde solemnes promesas religiosas hasta conjuros de adivinos y sortilegios de hechiceros.
Sin embargo todo fue inútil... 
Don Fernán Alonso desengañado de brujos y doctores pensó que tenía que confiar más en su amor por su esposa y que se incrementaría más cerca de ella.
Así que decidió no estar tanto tiempo alejado del hogar y resolvió  marcharse de la Corte y volver a su ciudad, alejándose de las perturbaciones cortesanas.
El monarca castellano que como es sabido le tenía en gran estima, no quiso dejarle marchar sin entregarle un regalo de recuerdo de aquellos tiempos pasados trabajando para él. 
D. Juan le regaló un valioso anillo primorosamente trabajado que se distinguía por ser una verdadera obra de arte y que Fernán entregó a su esposa por el profundo amor que le tenía.

No llevaban mucho tiempo en Córdoba llevando una vida retirada cuando un día recibieron la visita de sus primos, los comendadores Don Fernando Alfonso Comendador del Moral, Don Jorge Comendador en Calatrava y hermanos del que más tarde sería Obispo de Córdoba, Don Pedro de Córdoba y Solier.

Doña Beatriz como buena anfitriona, se apresuró a festejar y dedicar todas las atenciones que le fuera posible pues no deseaba regatear ningún agasajo a aquellos familiares de su esposo.
Así pues, las fiestas y banquetes en honor de los calatravos se fueron sucediendo y en todo momento presidía tales acontecimientos Doña Beatriz.
Sin poder evitar el efecto que la hermosa dama causaba, el comendador don Jorge se enamoró perdidamente de ella y muy pronto el amor por ella pasó a ser una incontrolable pasión.
Los comendadores continuaron durante algún tiempo en Córdoba y nada hacía pensar en que Don Jorge tuviera ni siquiera la posibilidad de declararle sus sentimientos a la bella mujer de su primo; pero una importantísima petición del Rey hizo que Fernán Alonso tuviera que ir a la corte a la solicitud del Monarca, a pesar de que le desagradarse profundamente tener que distanciarse de su esposa. 

Partió por lo tanto muy entristecido, a la vez que solicitó a sus primos, los Comendadores, que cuidaran de su esposa. 
Al cabo de tres meses de ausencia las cartas de Doña Beatriz comenzaron a ser menos frecuentes y al mismo tiempo, Don Fernán Alonso comenzó a recibir cartas de un fiel criado suyo en las que se le invitaba a regresar lo antes posible.
Mientras, un día recibió en la Corte la visita de su primo D. Jorge que venía desde Córdoba para solicitar una audiencia a Juan II.
Los dos parientes hablaron de Doña Beatriz, alegrándose su marido de poseer tan buenas noticias sobre su esposa y de que los comendadores la tuvieran en tanta estima. 
Marchó Don Jorge a entrevistarse con el Rey y después regresó rápidamente a Córdoba.
Mientras tanto Fernán Alonso recibió orden del Monarca por la cual le requería que se presentara ante él con la mayor urgencia y una vez en su presencia, el Rey le habló visiblemente enojado:
- ¡Os creía mejor vasallo!- dijo el Rey- ¡Os ha importando muy poco el anillo que os regalé!
- No se a que os referís mi señor- le dijo el veinticuatro al Rey 
El Monarca le contestó que acababa de ver puesto en un dedo de su mano derecha el anillo que le había regalado a su primo cuando el comendador se había despedido de él.
D. Fernán Alonso sólo pudo articular algunas palabras para decir que consideraba que guardar su anillo era lo mismo que guardar su honra y que si había perdido la joya es que también había perdido el honor; hincó su rodilla en tierra y solicitó al monarca permiso para poder recuperar ambas cosas: El anillo y su honor.
Plaza de conde de Priego mirando a Santa Marina

El rey Don Juan entendió que algo grave le ocurría al digno caballero y le concedió licencia para regresar a Córdoba
Así que D. Fernán Alonso marchó de la corte a lomos de su caballo, y sin tomarse más descansos que los necesarios para que su cabalgadura pudiera continuar, el ofendido caballero veinticuatro llegó a su casona de Córdoba que se alzaba frente a la Iglesia de Santa Marina.

Doña Beatriz salió a su encuentro y se mostró encantadora... Tanto, que D. Fernán Alonso llegó a dudar de que la afrenta fuera cierta; por ello decidió aguardar silencio y así poder comprobar si se había cometido contra él alguna villanía. 
El aspecto de la morada del caballero era digno y satisfactorio y se oían risas y canciones. D. Fernán Alonso casi llegó a convencerse de que su mujer era inocente e incapaz de ninguna traición.
Al amanecer salió al jardín, donde le esperaba su fiel criado Rodrigo y este le informó de la horrible verdad: 
Que Doña Beatriz y Don Jorge eran amantes y que en infinitas ocasiones habían mancillado el lecho conyugal del veinticuatro de Córdoba.
Lleno entonces de furia y de deseo de venganza, juró que vengaría su ofensa y aquella misma noche organizó una partida de caza con el fin de probar a los comendadores calatravos.

Tal y como él esperaba, ninguno de los dos quisieron formar parte de la expedición, con el pretexto de que tenían asuntos urgentes pendientes en la ciudad. 
Entonces Don Fernán Alonso simuló ir solo a la partida de caza, dejándoles a ellos en libertad de obrar como quisieran
Autor Jose María Rodríguez de Losada (1872)
Diputación de Córdoba
En cuanto que el caballero veinticuatro partió de cacería, se reunieron los cuatro: Doña Beatriz, los dos comendadores y una prima suya con la que compartía secretos y pecados, en uno de los salones de la casa.
Cenaron los cuatro y bailaron al son de un laúd, tañido con maestría por los jóvenes y alocados comendadores. 
Mientras tanto, el veinticuatro se deslizaba sigilosamente por el jardín y se dedicó a espiar a los culpables y a esperar el momento propicio para vengarse.
Cuando las dos parejas de amantes dieron por terminada su alegre reunión, ambas parejas se retiraron a los aposentos de la casa. 
¡¡Ése era el momento que aguardaba el ofendido esposo de Doña Beatriz para pillar a su mujer in fraganti…!!

Con la velocidad de un rayo entró en el cuarto donde se hallaban su esposa y su primo Don Jorge apuñalando primero a su esposa con una daga y después, con su espada mató al comendador que ya corría en busca de la suya. 
Entretanto todo ser viviente que se puso en su camino fue aniquilado y seguidamente, entró Don Fernán en la habitación de su otro primo y los mató a él y a la prima de su ya fallecida esposa. 
Fernán, determinado,
en su cólera encendido
siguió la injusta venganza
desde el mayor al más chico
Mató escuderos, porteros,
dueñas y mozas de servicio,
a mecánicos criados,
pajes de faldas pulidos
porque todos consintieron
el adulterio maligno
                     (Romance de Juan Rufo)

Cuando Don Fernán Alonso hubo cumplido su venganza, despareció en la oscura noche seguido de su leal criado Rodrigo, para tratar de dar olvido a su tremenda desgracia, ocultándose en algún lugar lejano.

HECHOS REALES:

Pocas son las leyendas que se puedan decir que parten de un hecho ocurrido de verdad, como esta leyenda está basada en un hecho histórico ocurrido en 1448.
El hecho fue recogido por romances como los de Antón de Montoro y Juan Rufo y más tarde Lope de Vega se basó en esta historia para hacer una obra de teatro.
La leyenda habla de personajes que se pueden contrastar en los árboles genealógicos de antaño:
Por ejemplo don Fernando Alonso de Córdoba el esposo celoso y asesino, fue uno de los caballeros más importantes de Córdoba y contaba entre los Veinticuatro de la ciudad y fue el primer señor de Belmonte, hijo de Alfonso Fernández de Córdoba, señor de Herrera de los Palacios y de doña Teresa Álvarez Gaytan y Fernández de Vargas. 
Tuvo también una hermana llamada Mayor Martinez de Córdoba que casó con Gonzalo Mendez de Sotomayor señor de las Alcaycerias de Córdoba entroncando con las casa de los Aguayo.
Este hombre se casó en primera nupcias con la que asesinó llamada doña Beatriz de Hinestrosa que era hija de D. Martin López de Hinestrosa Canciller de Castilla, señor de Teba y también Veinticuatro de Córdoba y por lo tanto nieta de la famosa doña Leonor López de Córdoba favorita de la reina Catalina, madre del Rey D. Juan II y biznieta del famoso Maestre D. Martin López de Córdoba, célebre por su lealtad a Pedro "El Cruel" y a quien D. Enrique II hizo degollar en Sevilla.
Doña Beatriz se encuentra sepultada en la misma sepultura de su abuela como en la Capilla del Real Convento de San Pablo, como bien apuntan en el libro genealógico de los Cabrera el testamento de doña Leonor López de Córdoba:

"Que su marido Ruy Gutierrez de Hinestrosa sea sepultado a su lado derecho y que su hijo sea trasladado a su lado izquierdo y que sus dos nietas Beatriz Henestrosa y Catalina de Guzmán sean sepultadas en su misma sepultura (...) 
(...) Cuando muera su hijo D. Martin López de Hinestrosa , Chanciller Mayor de Castilla, sea sepultado a la cabeza de su padre.
Que su hija doña Leonor sea sepultada, cuando muera, a la cabeza de su madre (...)"


Fernán Alonso de Córdoba, gozó y esto tal vez le hizo salvar la vida, de la amistad del rey Juan II de Castilla que tuvo enseguida conocimiento de lo sucedido y a petición, no sabemos si de él mismo o de algún Fernández de Córdoba o de la ciudad de Antequera; en cuyo cerco se distinguió valientemente el veinticuatro cordobés, se le concedió un indulto Real en 1449 y a él se acogió el miserable asesino.

D. Manuel Nieto Cumplido en su Corpus Mediaevale Cordubense, sitúa con precisión la fecha de los acontecimientos, ya que pudo encontrar un documento fechado en agosto de 1449 relatando que el veinticuatro Fernando Alonso había matado en su casa a los Comendadores, junto a su mujer, doña Beatriz de Henestrosa, y sus criadas Catalina y Beatriz:

"por rezelo que tubo de que ofendían su honor y casa, donde los halló" 

Otro da cuenta del entierro de los Comendadores, y un tercer documento menciona la existencia del texto:

El privilegio rodado que otorgó el Rey Don Juan II en 20 de febrero de 1448, perdonando cualquier muerte que hubiesen cometido, de hombres o de mujeres, a todos los que por tiempo de un año y un día habitasen a su costa en la ciudad de Antequera, asistiendo a la defensa de aquella plaza, de reciente conquista y amenazada continuamente por los infieles. 

Capilla de S. Antonio Abad
Mezquita-Catedral
A este privilegio se acogió el homicida Fernán Alonso, haciendo sacar traslado de él en Antequera el 28 de noviembre de 1449, y logrando de este modo el indulto. 
Testificaron las justicias de Antequera que «el dicho Fernán Alfonso, Veinticuatro de la dicha ciudad de Córdoba, vino a esta dicha ciudad a facer y fizo el dicho servicio e morada el dicho año e día... por cuanto diz que le pusieron e ponen en culpa, e le embargaban e embargan de la muerte de doña Beatriz de Finestrosa, su mujer, e de Catalina e de Beatriz, sus criadas, e de Fernando de Córdoba, comendador de Calatrava, e de Jorge, comendador de la Cabeza del Buey, e diz que fueron muertos en la dicha ciudad de Córdoba, en las casas donde el dicho Fernán Alfonso, Veinticuatro, facía su morada, de ciertas feridas que diz que le fueron dadas agora puede haber veinte y un meses poco más o menos, e diz que por que le ponían en culpa e encargaban e encargan de otros excesos e maleficios, por ser perdonado e quito de todo e cada cosa dello, según que el dicho Señor Rey manda por el dicho Privilegio e libertad...
fechado el año 26 de octubre de 1449 cuyo traslado se sacó de un original que se hallaba en el archivo de del Monasterio de San Jerónimo del Valparaíso  de Córdoba Año de 1699,
                                                                                                         -en folio pergamino 18 hojas-

Más tarde D. Fernando Alonso se casó de nuevo con doña Constanza de Baeza y Haro y Sandoval con la que tuvo un hijo llamado Antonio Fernández de Córdoba II señor de Moratalla que a su vez casó con Juana Carrillo.
Fernán Alonso de Córdoba falleció en 1478 y está sepultado en la capilla de San Antonio Abad, capilla que fue fundada por su hermano Ruy Fernández de Córdoba primer Señor de Aguilar en la Mezquita Catedral de Córdoba, está enterrado junto con su segunda esposa.

Curiosamente  a partir de la muerte de su heredero y único hijo que tuvo, Fernán Alonso hubo un litigio que ha sido considerado el más largo de la historia:

¡Como lo leen!... Duró cinco siglos

Para poneros en antecedentes os diré que el Señorío de Belmonte fue dado en privilegio por el rey D. Juan II a D. Diego Fernández de Córdoba siendo confirmado por D. Enrique.
Más tarde por los Reyes Católicos estando en Córdoba el 29 de Septiembre de 1482 a pedimento de Antonio de Córdoba, Veinticuatro de la ciudad y señor de la Villa de Belmonte.

Según se cuenta en la web de Cabrera -Villaseca-  Se fundó un mayorazgo esta casa de la Villa de Belmonte a labrar por mandato de Fernando Alonso de Córdoba; el que mató a los Comendadores y a su esposa, siendo casado en segundas nupcias con doña Constanza de Haro y Baeza. 
De este matrimonio solo tuvieron un único hijo al que se llamó Antonio de Córdoba.
D. Antonio de Córdoba al que se le apodaba "Capitán" ya que fue hombre del armas del Rey D. Fernando "El Católico", al no tener hijos legítimos pero sí bastardos, pidió al Papa y a los Reyes Católicos que legitimaran a sus hijos D. Fernando Alfonso y Alonso de Córdoba que eran bastardo para poder heredar.
El litigio comienza con la hermana de su padre, es decir tía del "Capitán", doña Mayor Martinez de Argote, que se sentía con más derechos ya que su sobrino era ilegitimo, terminando con un montón de ramas y apellidos involucrados en un pleito que duró 500 años.
Los bienes por los que litigaban eran de suma importancia, muchas fincas, varios Patronatos y Obras Pías, además de casas solariegas importantes en varios barrios de Córdoba como Santa Marina.

El pleito comenzó el 24 de mayo de 1530 puso demanda D. Gonzalo Mendez de Sotomayor en la Real Chancilleria de Granada contra Fernando Alfonso de Córdoba, señor de Belmonte por los tres mayorazgos de esta casa, fundados sucesivamente desde el año 1385 hasta el año 1471. 
Que seguida la estancia por los Sotomayores la perdieron el 20 de enero de 1533, imponiendoles perpetuo silencio por no haber probado legítimamente su intención . 
Que habiendo suplicado se hicieran nuevas probanzas quedándose el pleito en aquel estado hasta el 11 de septiembre de 1571 en que Gonzalo Mendez de Sotomayor pidió emplazamiento contra D. Antonio IV señor de Belmonte. 
Que desde el 5 de Noviembre de 1593 prosiguió la segunda instancia D. Geronimo Mendez de Sotomayor, hermano mayor de D. Diego otorgante de esta escritura contra don Gomez Fernández de Córdoba V señor de Belmonte, Alferez Mayor de Córdoba. 
Aunque también se quedó el pleito sin sentencia de revista. Y que estando así pendiente D. Diego de Sotomayor, por carta de 6 de junio de 1617 pretendió componerse con D. Antonio Fernández de Córdoba VI señor de Belmonte, Alferez mayor de Córdoba, prometiendole entregarles ciertas escrituras originales. Que después salieron los Cabrera, radicando el pleyto  por sus derechos en el Supremo Consejo de Castilla contra D. Antonio. Y que conociendo ser más fundado el derecho de los caballeros Cabrera, estaban convenidos en traspasarle todos sus derechos como lo ejecutaban por pública escritura.
Siguió D. Alonso esta demanda (...)
(...) Agregó a su primitivo mayorazgo 35 ubadas de tierra y un oficio de Veinticuatro de Córdoba con la obligación del apellido y armas de Cabrera, mandó una libranza de mil ducados con su librería al convento de los Mártires y quinientos ducados al de Capuchinos y suplica encarecidamente al Rey y al excelentísimo señor Conde Duque de Olivares que atiendan a su sobrino D. Alonso Fernández de Cabrera, caballero de la Orden de Santiago, primer Vizconde de Torres Cabrera a quien por un codicilo encarga mucho que prosiga el pleito de los mayorazgos de Belmonte hasta su perfecta conclusión declarando en su testamento que llevado no de pasión sino de la fuerza de la justicia que conocía competirle había seguido aquel litigio
                                                                                                                                                (Casa de Cabrera en Córdoba escrito por F. Ruano Paginas 490-491)

* Nota importante: Creo que era importante adjuntar esta información sobre la familia que he encontrado la web Cabrera- Villaseca y que tan fácilmente he podido seguir en el Libro Casa de Cabrera



*Editado para ampliar información Noviembre de 2013

Fuentes consultadas: 
Paseos por Córdoba ósea Apuntes para la historia de Ramírez de Arellano- Juan Rufo Jurado de Córdoba de Rafael Ramírez de Arellano y Diez de Morales- Corpus Mediaevale Cordubense por Manuel Nieto Cumplido - Wikipedia - Cancionero. 2 volúmenes escrito por Antón de Montoro- Genianet (Ramas de familias)- Casa de Cabrera en Córdoba: obra genealógica histórica por Francisco Ruano, Joannes Ribadas (pag ed0) - Indicador cordobés, o sea manual histórico topográfico de la ciudad de Córdoba de Ramírez de las Casas - http://www.cabrera-villaseca.es/-Fotos de doña Beatriz no corresponde con el personaje

2 comentarios:

  1. Vaya, vaya... Yo creo fírmemente que es mucho más que una leyenda. No me extraña que Lope de Vega la teatralizara... Curiosa la furia de los celos, una vez más. Y el lavado de manos de un rey ante tanto asesinato... Sigue ocurriendo lo mismo hoy en día.
    Gracias, Chiquita, un placer leerte!

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    1. Wigmore siempre se ha dicho que don dinero es don dinero.... Pues ahí se ve .
      Un abrazo amiga

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Muchas gracias por sus comentarios.