miércoles, 28 de octubre de 2009

Los vikingos y la embajada de Abderramán II






Abderramán II no tuvo nada fácil su reinado...
La inestabilidad  fue una constante, por una parte las luchas internas por parte del bando de su tío Abdalhá que por tercera vez persistía en el intento de tener el trono cordobés y que solo finalizó porque su tío murió.  
Por otra, la sublevación de Toledo a causa de las represalias que tuvo su padre, el emir Al-Hakem I con ellos, (Recordemos las jornadas del foso y que logró apaciguar antes de que fueran a más) y que a pesar de que no alcanzaron la gravedad de la anterior, unidas  a la de los cristianos navarros que aliados con los Banu Qasi estaban dando la "murga" desde hacía bastante tiempo, cuando a primeros de Agosto del año 844 más de cincuentas naves vikingas arribaron a las costas gallegas saqueando y matando a todo lo que se encontraba en su camino.

En aquel momento fueron atacadas tierras de los cristianos donde el ejercito del rey asturiano Ramiro I se defendió de ellos como buenamente pudo de una amenaza desconocida por aquel entonces en Hispania... ¡Los Machus! como los llamaron los árabes.

Aunque estos venían con una firme intención... Llegar al corazón de Al Ándalus. 
Pues hasta a Escandinavia había llegado leyendas de las grandes riquezas que allí existían y que ellos codiciaban.
Bordearon la parte atlántica llegando a Cádiz donde inmediatamente el gobernador de ésta, mandó un mensajero a la corte cordobesa. Mientras que se defendían como podían de los  un grupo de vikingos tomaba la ciudad, otros remontaba el río Guadalquivir con la intención de llegar a Sevilla.
Fue una mañana de Septiembre cuando los sevillanos vieron llegar unos extraños barcos semejantes a pájaros rojos... Desde luego el pánico de aquello tan desconocido, provocó la huida de quien debían defenderlos y los ciudadanos fueron, en su mayoría, aniquilados por los normandos.
Durante varias semana estuvieron saqueando la población y matando a todo aquel con el que se encontraban, no importaba si eran mujeres, niños o ancianos… intentaban acabar con la vida de la mayoría y al que veían en buenas condiciones físicas lo apresaban y se lo llevaban para ser vendido como esclavo. 

Cuando Abderramán II recibió la noticia de la caída de Sevilla envió su ejercito de caballería con sus mejores generales bajo las ordenes de su hombre de confianza, el eunuco Nasr.
Tres batallas fueron necesarias para replegar y expulsar a los normandos y Nars ordenó cerrar el cauce del Guadalquivir con troncos de árboles contándoles la salida.
Una vez que las naves vikingas estaban sin salida le arrojaron teas encendidas destruyendo casi toda su flota. Las fuerzas cordobesas atacaron a principios de noviembre y derrotaron a un grupo de más de 500 hombres en Morón...
Pero la batalla decisiva fue la llamada batalla de Tablada con un resultado victorioso para el Emir ya que los invasores fueron derrotados.
Según cuenta los cronistas, entre los vikingos hubo más un millar de bajas y alrededor de cuatrocientos fueron hechos prisioneros y ejecutados inmediatamente. Sus cabezas fueron colgada en las palmeras de Sevilla, mientras que otros fueron obligados a cavar sus propias fosas enterrándolos vivos y de pie dejándoles la cabeza fuera para a continuación ordeno a toda la caballería galoparan sobre ellos. El resto, más de quinientos, fueron hechos esclavos y convertidos al islam.
Abderramán II puso todo su empeño en ayudar a todas aquellas poblaciones afectadas por los salvajes saqueos y muertes indiscriminadas de los vikingos y por ello facilitó la repoblación de muchos de los pueblos asolados, así como a levantar de nuevo todas aquellas edificaciones que habían sido destruidas.
Mandó reedificar los muros de Sevilla, donde reconstruye una atarazana que ya existía desde tiempos romanos y crea una flota de guerra permanente.

(...) que se construyese una atarazana en Sevilla, y que se fabricasen barcos; se preparó la fábrica reclutando a hombres de mar de las Costas de España, a quienes dio buenos suelos y proveyó de instrumentos o máquinas para arrojar betún ardiendo. 


Ibn al-Qutiyya de Crónica de la conquista de Al Ándalus. 


El Rey Vikingo, acostumbrado a recibir buenas noticias, fue informado del vapuleo recibido por los cordobeses y decidió enviar un emisario a Al-Ándalus para pactar la paz con los musulmanes. Durante dicha reunión el Emir aceptó con gusto la invitación formal a tierras vikingas, para sellar la paz entre ambos pueblos.
El inteligente Abderramán vio antes una oportunidad que una amenaza en aquellos bárbaros extranjeros, los misteriosos hombres rubios podían ser un fenomenal aliado contra el común enemigo cristiano, no en vano se habían enterado de las frecuentes refriegas que tenían con Ludovico Pío, hijo del gran Carlomagno.
Así que el Emir tomó una decisión arriesgada, decidió que la persona idónea para dicha empresa sería su mejor diplomático Yahya ibn-Hakam el Bekri al Djayani, Al-Ghazal cuya traducción es la gacela, para enviar una embajada a aquellas tierras donde contaban que existía hielo.
La expedición hacia tierras del norte comenzó en la primavera del 845. Las naves se estaban preparando en Silves, ciudad del sur de al-gharb portugués, desde allí zarparon y pasaron veinte meses por los reinos vikingos.
Según el texto de Ibn Dihya cuenta que:

 "En cuanto salieron a mar abierto y pasaron el gran promontorio que sale al mar y que forma la frontera más occidental de al-Andalus, que es la montaña conocida como “Aluwiyah” (cabo de Finisterre en la bahía de Vizcaya), el mar se enfureció. 
Se levantó un fuerte viento, que hizo temer a al-Ghazal y a los suyos por sus vidas." 

Superada la tormenta, llegaron después de varios días a las islas de Jutlandia lo que hoy sería la actual Dinamarca, que definió como una isla a pesar de ser una península.

 "Llegaron a una gran isla en el océano con corrientes de agua y jardines. Se encontraba a tres días de navegación de tierra firme. Allí estaban los vikingos, demasiado numerosos para ser contados y alrededor de la isla hay muchas otras islas, todas habitadas. La tierra colindante es también suya y tiene una extensión de varios días de viaje." 

Al ver llegar el barco, la gente se agolpó en el puerto con curiosidad para ver quiénes eran esos extranjeros.
Asombrados vieron bajar a la comitiva, llamándoles  la atención la vestimenta andalusí que llevaban, con amplios trajes bordados en hilos de oro que llegaban hasta el suelo.
Hombres morenos con ojos oscuros, no tan altos.
Al-Ghazal, también se llevó su sorpresa al ver las casas, las ropas de la gente, su aspecto tan distinto al andalusí.
Los machus, que así los llamaban los andalusies, llevaban ropa más ajustada, casi todos eran rubios de gran estatura y cuerpos bien formados. Las mujeres con trenzas solían llevar una camisa de lino que llegaba hasta el suelo con dos tirantes cosidos en los hombros.

Los andalusíes fueron alojados con todos los honores a la espera de ser recibidos por su Rey El rey Horic I fue informado de su llegada y se alegró mucho. Enseguida ordenó que se organizara todo para su recibimiento.
Al-Ghazal y su gente, repuestos de la travesía, preparó los regalos y la carta del Emir.
Luciendo su traje de gala, aseado y animoso se puso en marcha hacia la residencia de Horic I.
Previamente había exigido que se respetara el protocolo de no postrarse ante el rey danés, ya que él solo se inclinaba ante el Emir de Córdoba.
Enterado el Rey Vikingo de la exigencia de Al-Ghazal y creyéndose mucho más inteligente,  mandó que rectificasen la puerta de entrada a la sala de audiencia, de tal forma que nadie podía entrar por ella si no era de rodillas. Al-Ghazal se paró delante de ella y reaccionó rápido. Se sentó en el suelo con las piernas alargadas hacia delante y se deslizó sobre su parte trasera. ¡Vamos a rastraculos!
Una vez atravesado el dintel de la dichosa puerta, se puso de pie y saludó al rey con suma educación como si nada hubiera pasado. El rey Horic I, se sorprendió del ingenio del embajador:

- "Pretendía humillarte y tú en cambio me has mostrado tus zapatos en mi propia cara" - dijo Horic asombrado.

Al-Ghazal hizo como no haber escuchado sus palabras y ordenó que le acercaran la carta enviada por Abderramán e hizo traer los presentes para el rey. Horic quedó muy agradecido por los cofres llenos de ropas, vajillas y demás regalos.

En septiembre del 846, llegó la hora de la despedida para retornar a al-Ándalus. 
El rey Horic I quedó muy satisfecho de la estancia de su invitado, le entregó cartas de amistad para el Emir de Córdoba y unos documentos de paz, además de regalos.
Al-Ghazal elogió al pueblo vikingo, alabó sus hazañas y de nuevo la embajada zarpó de Jutlandia rumbo al sur.
Aunque una vez en Córdoba dijo que era las criaturas más sucias creadas por Alá.... "Ni tan siquiera se lavan las manos cuando defecan"
Un año y medio después de su partida regresó a la Península, donde fue recibido con honores.
La paz quedó sellada con los machus hasta la muerte de Horic I en 854, cuando el nuevo rey vikingo dispuso que el tratado de paz ya no tenía vigencia...

Pero eso, déjame que te lo cuente otro día.



Fuentes Consultadas:
El desembarco de los normandos en Sevilla, en el Kitab al-Masalik ila´ yami al-Mamalik de Ahmad ibn ´Umar ibn ´Anas al-´Udri - Historia de España de Ramon Menéndez Pidal de los volúmenes IV y V- Los Vikingos en España por Dozy -Breve historia de piratas por Silvia Miguens Narvaiz - Breve historia de Sevilla por Rafael Sánchez Mantero- Al-Gazal, el Viajero de Los dos Orientes de Jesús Maeso de la Torre- Abderraman II por F.G. Diario de Córdoba 02/10/1966- Islam y Al Ándalus /Miquel noruega- Foto recogida de internet de whiskyon.ru

2 comentarios:

  1. No sabía nada de los vikingos por estas tierras.
    Buena historia

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Muchas gracias por sus comentarios.