viernes, 31 de diciembre de 2010

La leyenda de la Palmera






Cuenta una leyenda que una vez, el Emir Abderramán I  estando paseando por los jardines de su palacio de la Arruzafa encontró un pequeño brote que salía del suelo.
Se inclinó hacia él, y lo estudió con detenimiento… El brote era  de una única hoja que miraba hacia el cielo, como preparándose para abrirse en abanico pasados unos días.
Abderramán sabía que en aquella tierra no nacían plantas así, salvo los pequeños palmitos del Guadalquivir.
Según pasaba el tiempo iba viendo crecer a la planta... La protegía, y avisó a  todos sus sirvientes de que no debía ser dañada bajo ningún concepto.
Suspiraba junto a ella los días que se encontraba en la tierra donde lo vio nacer.
Recuerdos, recuerdos de antaño que se desvanecían con el paso de los años... El Emir se sentía solo.
Poco a poco, el pequeño brote fue tomando la forma que el Emir esperaba y la pequeña planta se convirtió en una preciosa palmera .

Dice la leyenda que no existía ninguna hasta ese momento en la península Ibérica, y que esta primera vino como semilla de algún dátil que habría caído de algún cargamento procedente de Oriente.
El caso es que Abderramán I, que añoraba su tierra de origen, veía a la palmera como una compañera en el destino que le había llevado a fundar su dinastía lejos de su tierra de nacimiento...
Está es la poesía que Abderramán le dedico a su ilustre compañera de fatigas:


Tú también eres, insigne palma

De Algarbe las dulces auras
En fecundo suelo arraigas
Tristes lágrimas llorarás
Tú no sientes contratiempos
A mi de pena y dolor
Con mis lágrimas regué
Como la palma y el río
Cuando mis infaustos hados
Me forzaron a dejar
A ti de mi patria amada
Pero yo triste no puedo
eres aquí forastera
tu pompa halagan y besan
y al cielo tu cima elevas
si cual  yo sentir pudieras
como yo de suerte aviesa
Continuas lluvias me anegan
las palmas que el río riega
se olvidaron de mis penas
y de alabar la fiereza
del alma las dulces prendas
ningún recuerdo te queda
dejar de llorar por ella
en este suelo extranjera.
Llora, pues, más siendo muda
¿cómo has de llorar mis penas?
Tú no sientes, cual yo siento
el martirio de la ausencia.
Si tu pudieras sentir
amargo llanto vertieras.


Fuentes: 

Foto recogida de Internet de servicios.educarm- poesía recogida del libro de P.de Madrazo

viernes, 17 de diciembre de 2010

La casa de doña Ana Jacinto.

Una reyerta que termina en asesinato y una Cédula Real.
Fachada del edificio
El precioso edificio del que estamos hablando está situado en uno de los extremos de la plaza de la Corredera, única plaza mayor cuadrangular de Andalucía.
La plaza fue reformada por el arquitecto Antonio Ramos Valdés bajo las ordenes del Corregidor Ronquillo Briceño.
Las fachadas de la plaza son todas iguales excepto la antigua cárcel ahora Mercado de Sánchez Peña y en el lateral suroeste de la plaza en la que encontramos la llamada "Casa de doña Ana Jacinta"

Plaza de la Corredera 
Según Ramírez de Arellano el tramo desde la calle de Sánchez Peña, la antigua calle Odreros, el testero alto de la plaza estaba completamente liso, sin puertas ni ventanas, tanto que era conocido como "La pared blanca" en aquella tapia, en los actos público, montaba unos andamios para la gente e incluso la presidencia hasta que se edificó la cárcel y su balcón vino a cubrir aquel servicio.
La fachada de la casa fue construida por orden de Pedro Jacinto de Angulo constando de tres alturas y ventanas. 
Este edificio no fue demolido para la ampliación de la Plaza por orden del corregidor porque su dueña, doña Ana Jacinto de Angulo junto con doña María Fernández de Córdoba se opusieron radicalmente, llegando a conseguir del rey Carlos II una Cédula Real dándole la razón.
Esto es lo que cuenta Ramírez de Arellano en su precioso libro de "Paseos por Córdoba", sin adentrarse más en historia de quien era aquella tal señora doña "Ana Jacinta" o qué poder podía ostentar para ser capaz de pedirle una cédula al Rey para que no tirasen su casa... ¡Desde luego alguien importante tuvo que ser!
El erudito no quiso meterse en más descripciones, aunque los dueños de esta casa guardan una "jugosa" historia que debemos de saber.
La famosa "pared blanca" de la que habla pertenecía a los señores de Angulo y para saber el por qué de la existencia de aquella pared, debemos remontarnos a las revueltas que hubo en Córdoba en resistencia contra el reinado de Pedro I apodado "El cruel".
D. Pedro, enterado del apoyo incondicional por parte de la mayoría de la nobleza cordobesa a su medio hermano el de Trastámara, como represalia a las familias de los caballeros cordobeses les condenó a no tener fachada principal en sus casas ni escudos que se pudieran reconocer, siendo en el interior preciosos palacios y por fuera sólo una tapia de esmirriada apariencia...
Luego pasados los años los señores, unos construyeron preciosas fachadas y otros dejaron las tapias en honor a no doblegarse a uno de los reyes más crueles que la historia haya tenido.

Edificio en los años 50

Los Angulo fueron una familia bastante poderosa es esta ciudad, el primer Angulo vino desterrado a Córdoba desde el valle de Losa, provincia de Burgos, por su "desavenencias" con Fortún Ortiz Calderón, descendiente del que según la tradición nació sin moverse ni llorar, así que al creer que había nacido muerto lo echaron a un caldero cerca de la lumbre donde revivió y de ahí el comienzo del linaje de "Calderón". 
El final de la historia fue la muerte de Fortún Ortiz Calderón y sus hijos y el destierro de Martín Sánchez de Angulo por parte del Rey.
Martín llegó casado y su hijos hicieron buenos matrimonios con las familias más ilustres de la ciudad, otras que no se casaron fueron "amigas entrañables" del hermano gemelo de Enrique II, llamado Fabrique y que fue Maestre de Santiago y que mató su medio hermano D. Pedro. 
¡Ya veis lo que no se ganaba con las armas se ganaba en la cama! 
La tal Constanza (En algunos libros Constancia) de Angulo, que así se llamaba la susodicha, le dio nada más y nada menos que cuatro retoños a Fabrique, aunque otros historiadores dicen que tres, el caso es que recibió pingües beneficios por revolcón.
Fotografía del edificio perteneciente
 al archivo de Albert Kahn

Otorgó ésta señora un testamento el 16 de Mayo de 1370 en el que declaraba ser hija en D. Lope Alfonso de Angulo y que era vecina de la collación de San Andrés dejando legados a sus hijas Elvira, Leonor y María Martinez de Angulo; declarando que el Conde D. Pedro de Castilla y Ángulo de Córdoba conde de Trastámara, Lemos, Sarria y Viana del Bollo, condestable de Castilla y pertiguero mayor de Santiago es su hijo, y donde suplica al rey Enrique, es decir el hermano gemelo de su amante, que le concediera la merced que le había hecho en Burgos en 1366 por la cual le concedía varias tiendas en la Alcaicería, Aldabería y Judería y otros como la aceña situada debajo del puente que llaman del Medio, la Huerta de la Aduana y todas las demás heredades que gozó en Córdoba doña Leonor de Guzmán madre del Rey, que no era otra que la amante del Onceno. 
Y es que... ¡¡Entre amantes de Reyes andaba el juego!!

Pero vayamos al meollo de la historia

Descendiente de todos estos embrollos de cama es D. Pedro Jacinto de Angulo y Cárdenas señor del mayorazgo de Leonis, caballero de la orden de Alcántara y veinticuatro de Córdoba fue el que mandó construir la fachada con la forma que tiene hoy, excepto las ventanas que cierran la galería.
D. Pedro Jacinto estaba casado con su prima hermana, doña Andrea de Cárdenas Angulo y de ese matrimonio tuvieron tres hijos: Martín de Angulo de Cárdenas, Pedro de Angulo y Ana Jacinta de Angulo (Ana Jacinta, sobrenombre que lleva la casa)
D. Pedro Jacinto de Angulo, hombre de gran carácter se vio involucrado en unos de los crímenes más sonados por aquellos tiempos en Córdoba.
Alrededor de 1629 surgieron grandes disgustos entre familia: D. Martín Fernández de Córdoba, Comendador de Mestanza de la Orden de Calatrava y D. Antonio Cabrera Méndez de Sotomayor, señor de Montalvo. 
¿Los motivos? Competir ambos por una orden de caballeros.
Por lo visto D. Martín pertenecía a la orden de Calatrava, y D. Antonio recibió, gracias a la dote de su mujer, el habito de esta orden que por otra parte D. Martin no reconocía por no haberla conseguidos por méritos.

En el libro de la Casa  de Cabrera de Córdoba escrito por P. Francisco Ruano dice así:

"por dote de su mujer recibió el Abito de Calatrava, cuya merced fue despachada en Madrid 8 de Mayo de 1629 refrendada del Secretario D. Antonio Carnero. 
Y en el día 10 de Agosto del referido año con asistencia de D. Francisco de la Cerda, D. Pedro Gomez de Cardenas, D. Cosme de Bocanegra, D. Gonzalo de Cárdenas y Córdoba, caballeros profesos de Calatrava, D. Pedro Jacinto de Angulo, Cavallero de Alcantara, D. Cristoval de Saavedra, y otros muchos Cavalleros, fué armado Cavallero por D. Diego de Vera en el Coro del Convento de San Agustin de Cordoba, dandole el Abito el R.P. Prior Fr. Pedro Zarco de Villa Señor."

El caso es que D. Antonio Cabrera citó al primero D. Martín para tener una entrevista de noche en el Campo de la Merced, donde zanjarían todas sus diferencias...
D. Martín acudió completamente solo al lugar de la cita, donde lo abordó D. Antonio Cabrera acompañado de D. Pedro Jacinto de Angulo, D. Pedro de Mendoza y Figueroa, D. Antonio de Figueroa y D. Juan de Anguita; quienes acometieron con sus espadas a D. Martín Fernández de Córdoba, que a pesar de defenderse, murió a manos de sus agresores.
Las voces de la víctima llamó la atención de los vecinos que cuando acudieron solo pudieron recoger el cadáver sin darles tiempo a reconocer a los asaltantes, que huyeron creyendo que nadie conocería su secreto...
Pero con lo que no contaron los atacantes es que la viuda de D. Martín, Doña María de Córdoba, sabía de la cita a la que acudió su marido e intuyendo la relación de la cita con la muerte de su esposo pidió el merecido castigo por tan horrible crimen.
Esperando confiada en la rectitud del Corregidor; y viendo que las cosas se demoraban por estar involucrados gente tan importante, acudió al Rey en demanda de un magistrado exclusivo para este proceso. 
El Rey envió para tal carácter a un juez que logró descubrir y atrapar a todos los que contribuyeron a la muerte de D. Martín Fernández de Córdoba.
Sabiendo ya quienes habían participado en la muerte, sentenciaron a D. Pedro Jacinto de Angulo a ser degollado, por resultar ser el más culpable, y otros castigos muy severos a los que lo acompañaron, multando además a pagar entre todos, la cuantiosa suma de 90.000 ducados que habría de recibir la señora viuda.
Entonces empezaron las súplicas y como los nobles eran casi en su totalidad parientes lograron al fin el perdón de Doña Jacinta María, pactando que D. Pedro de Angulo, hijo del sentenciado, habría de casarse con Doña María Fernández de Córdoba, hija tercera de la victima, con obligación de entregar a la viuda 9,000 ducados, si no tuviese efecto el casamiento.

D. Francisco Ruano en el libro de la casa de Cabrera en Córdoba cuenta que no hubo casamiento aunque yo creo que si existió ya que en la genealogía de los Angulo aparece Doña María Fernández de Córdoba casada con Pedro de Angulo y también aparece como defensora de que la casa no fuera derruida junto con su cuñada Doña Ana Jacinta de Angulo y Cárdenas señora del mayorazgo de Leonis y casada con D. Martín de Angulo y Contreras caballero veinticuatro de la ciudad, que murieron sin sucesión. 
Doña Ana Jacinta,  por lo que se ve fue una señora con gran poder adquisitivo, ya que aparece en el libro titulado "La virgen de la Fuensanta" escrito por D. Manuel Gonzalez y Francés, como una de las fundadoras de una capellanía en la iglesia de la Fuensanta dotándola con 2.000 ducados y de unas casas que tiene en propiedad en la calle de Almonas número 54, ( la que hoy sería Gutiérrez de los Ríos) que hace esquina a la calle del huerto de San Andrés, con otras en la misma calle lindantes con las anteriores, con un censo de 6.000 reales de principal y 180 de intereses.
También dejó testado donaciones como 2.000 ducados a la iglesia del Hospital Jesús Nazareno obra benéfica del padre Cristóbal de Santa Catalina, con la obligación de decir misa diaria por ella y sus padres, imponiendo como Capellán al hijo de su cirujano Pedro de Córdoba nombrando un albacea para cumplir lo dispuesto.  

*Editado 17/12/2010 por ampliación
*Editado 25/09/2015 por fotografía
*Editado 24/07 2019 fotografías nuevas

Fuentes Consultadas: 
Paseos por Córdoba ósea apuntes para su historia volumen III de D. T Ramírez de Arellano -La virgen de la Fuensanta, hechos históricos. Escrito por D. Manuel González y Francés (Canónigo Magistral)- Árbol genealógico de los Angulo- Árbol genealógico de los Fernández de Córdoba- Casa de Cabrera en Córdoba: obra genealógica histórica, dedicada a el señor (pag bd0) ... escrito por Francisco Ruano, Joannes Ribadas- Árbol genealógico de los Cárdenas-Los caballeros Veinticuatro de Córdoba a finales del siglo XVII. Riqueza, fusión y linaje de una élite de poder por María Isabel Castillejo Cuenca-Fotos recogidas de Internet-

jueves, 9 de diciembre de 2010

El codiciado enclave de la Mezquita

Vista desde el cielo de la Mezquita- Catedral
La Mezquita, veintitrés mil cuatrocientos metros cuadrados encajados entre calles blancas donde cualquier casa o palacio empequeñece ante tal grandiosidad...
Está ahí, majestuosa a pesar del paso del tiempo, como diciendo: 

"Yo soy la Mezquita de la ciudad más bella del mundo. Cantada por unos, alabada por otros y llorada por muchos".

Cuando te adentras en la Mezquita, el entorno te obliga a levantar la mirada a esa inmensidad que te hace insignificante, diminuta como un grano de arena.
El alma se encoge mientras caminas por el bosque de arcos, ¡Qué bella es! Es lo único que alcanzas a pensar... Y te encuentres en la parte cristiana o árabe sientes paz.
Te hace preguntarte que es lo que existe en ese lugar que fue por todos codiciado, que tiene capas y capas de historia en su suelo... Por qué esa ubicación, ni tan siquiera está en la zona más alta de la ciudad... Por qué ese lugar fue ambicionado por todas las culturas que pasaron por la bella Córdoba.
Vista desde el campanario
Según cuenta la leyenda reflejada en un texto en árabe, cuando el lugar donde se ubica la Mezquita cordobesa era una gran hondonada, Salomón (Suleiman), el hijo de David, pasó por Córdoba e hizo alto frente a ella. Al ver el entorno maravilloso que más parecía un paraíso que algo terrenal, dijo a los genios:

"Rellenad y nivelad este lugar pues aquí se alzará un templo en el que se rendirá culto al Altísimo".

Las leyendas hablan de que el primer templo que albergó este lugar fue el de Salomón pero esto no deja de ser eso, una leyenda...
Lo que si es cierto es que el enclave donde está la Mezquita-Catedral fue un espacio sagrado desde tiempos muy antiguos.
Cuando Córdoba fue romana edificaron un templo, sobre otro prerromano que allí existía, dedicado al Dios Jano, el más famoso de sus dioses. 
Ya decía Sánchez de Feria en su libro " Por Jano es entendido el sol, señor de los días, meses y años. Ponían su templo a la entrada de los pueblos por ser portero de los dioses, se cree fue rey antiquísimo de Italia, pues lo griego no conocieron. Enseñó a aquella primitiva nación de Italia los ritos sagrados y dio normas del culto a los dioses."
El Templo que existió en Córdoba era semejante al de Roma, su puerta principal estaba orientada hacia lo que hoy es  la puerta del Puente subiendo a él por gradas y todo el edificio estaba sobre columnas de jaspe.
A la llegada de los visigodos y en tiempos de Leovigildo, se mandó construir una Basílica en el mismo lugar, contando con tres naves de proporciones más bien pequeñas donde se celebraba el culto arriano. Posteriormente, fue su hijo Recaredo convertido al cristianismo, cuando la Basílica se convierte en el templo dicen que consagrado a San Vicente mártir, aunque la verdad es que no está nada claro ya que es un "santo" con pocas connotaciones para los cordobeses.
Suelo de la antigua Basílica Cristiana
Tras la invasión musulmana de la Península y la toma de Córdoba por Mugit, el lugarteniente de Tariq, llevan a cabo una especie de pacto con los habitantes de la ciudad según el cual se acordaba dividir la Basílica para el culto de las dos religiones, a cambio de respetar la vida de los ciudadanos.
La Basílica fue dividida, una parte se dedicó al culto islámico y en otra parte permaneció el culto cristiano, comprometiéndose a respetar la parte cristiana de la Basílica mientras se pagasen los tributos exigidos.
Dicha convivencia fue difícil, y no siempre se respetó el compromiso... Así que durante los conflictos entre yemeníes y muladíes, las autoridades musulmanas emplearon la parte cristiana para el juicio de los cabecillas de los yemeníes, condenándoles a muerte allí mismo, haciendo que los cristianos protestasen por ocupar su lugar de culto, cosa que nos le sirvió de nada...
Abd al-Rahman I, negoció con los cristianos la compra de la mitad de la iglesia a cambio de cien mil dinares y la autorización para reedificar las iglesias demolidas durante la conquista.
Unos cuentan que el Emir deseoso de realizar una obra pía antes de morir, ordenaría derruir la Basílica perteneciente a un complejo episcopal, y sobre sus restos cimentar la Aljama.
Fotografía Propiedad de Turismo de Córdoba
Parte de Abderramán I
Otros cuentan una leyenda en la que el Emir tuvo un sueño donde se le presentaba un ángel que le ordenó:


"Devuélvele a Alá sus favores consagrándole una obra digna de su grandeza, contra la que nada puedan los siglos, que cante a perpetuidad la gloria infinita de Dios..."

Sea como fuere, escogió el mismo lugar, el mismo enclave que otros habían elegido...

Cuentan que el propio Abd al- Rahman puso la primera piedra y que dedicó una hora diaria a levantarla con sus propias manos, que derramó oro a manos llenas y que no perdonó sacrificio para que la  levantaran con rapidez y que en el momento de su muerte llevaba gastadas cien mil doblas de oro...
Esta primera Mezquita era de forma cuadrada de unos 75 metros de lado, dividido en dos partes, al Sur la sala de oración que contenía 142 columnas de altura parecida aprovechadas de material que acarrearon de diversos edificios romanos y visigodos; para concluir con una altura de 4,20 metros hasta el techo, el suelo era terrizo que se cubría con esteras a la hora de la oración y al Norte el patio.
Fue su hijo, Hixem I, el que terminó con el cerramiento del patio y la construcción del primer Alminar.
Ampliación de Abderramán II: 
En aquel periodo la mezquita ya se había quedado pequeña, por consiguiente se planificó una ampliación, pone como condición hacía el SUR.
El muro de la Quibla fue derribado para construir ocho arcadas, esto hace que el Mihrab no esté orientado hacia La Meca, como exigía el Corán, sino hacia el Sur.
¿La razón clave?:¡La primacía religiosa! 
Los abasíes en Bagdad, asesinos de toda la familia Omeya de Abderramán en el pasado y ante lo cual éste tuvo que huir de su tierra... Y qué mejor gesto de subversión hacia el poder religioso establecido, que saltarse uno de los preceptos clave en sus Sagradas Escrituras.
Con todo ello, la Mezquita de Córdoba se convertía en única, pues no estar orientada hacia La Meca, sino hacia la Gran Mezquita de Damasco, hacia al Sur.
Ampliación de Abderramán II
Mohame I, su hijo, fue el encargado de terminar la obra que había empezado su padre, además de realizar la 
Ampliación de Abderramán III: Cuando ya es convertido Califa decide ampliar de nuevo la Mezquita, esta vez hacía el Norte del patio derribando el alminar primitivo, construyendo uno nuevo que aún se puede ver y que se encuentra dentro de lo que ahora es campanario.
Parte exterior de la ampliación de Abderramán III
Ampliación de Al Hakem II: Fue sin lugar a dudas la ampliación más importante ya que prolonga hacia el SUR once naves. Esta vez se labran las columnas para la mezquita alternando fustes negros y rosas... Es la parte más rica y bella del recinto.
Se introdujo la construcción de lucernarios para la entrada de luz, transformando todo el edificio.
Ampliación de Al Hakem II
Ampliación de Almanzor:
Almanzor no guarda la lógica para realizar su extensión ya que fue, más bien,  una demostración de poder queriendo compararse a los Omeyas.
Su ampliación de realiza de manera lateral no aportando nada novedoso, siendo en materiales pobres, abaratando costes, incluso las dovelas de los arcos son pintados y no de ladrillo y piedra como se ha visto anteriormente. 
Por lo que esta fase constructiva de ocho nuevas naves hacia el lado oriental, teniendo de ampliar el patio al que dota de un aljibe subterráneo.
Ampliación de Almanzor
Innumerables son las leyendas en torno a la Mezquita Aljama... Leyendas que nos trasladan a la Alquimia, a ese mundo que los profanos no entendemos y que en la Edad Media tuvo su auge. 
Según una leyenda, Averroes hizo enterrar un rayo de sol bajo la primera columna de la izquierda de la Mezquita de Córdoba, que, tras una maduración de 8000 años, debe transmutarse en oro.
¿Será verdad? O el verdadero tesoro es ella misma.
Otra parte de la Mezquita
Con la reconquista cristiana, los ojos de nuevo se posaron en el enclave mágico para construir, esta vez dentro de la Mezquita, la Catedral de la ciudad.
¿Qué tiene ese lugar?
Fernando III se contentó con purificarla y levantar un altar provisional donde pudiese celebrar el triunfo de sus armas.
Dicen que el Mimbar o capilla de Villaviciosa sirvió en los primeros tiempos de sala de Consejos y después de sacristía; pero nada tuvo que sufrir tampoco ni de la mano de los concejales ni de los del Cabildo.
Tardó siglos en sufrir mutilaciones la bella Mezquita.
Corría el año 1495 cuando el Obispo D. Iñigo Manrique, llevado exclusivamente de su celo religioso, concibió el fatal proyecto de derribarla y en su lugar hacer una Catedral tan grandiosa como ella...
Afortunadamente los Reyes Católicos se negaron, pero a cambio si le permitió al Obispo levantar en el centro de la Mezquita un templo que pudiese rivalizar con las mejores de aquel siglo.

El crucero de nuestra Mezquita Catedral es uno de los recuerdos que nos dejó el reinado de Carlos V, nieto de los Reyes Católicos era hijo de Doña Juana la Loca y Felipe el Hermoso,  nació en el año 1500 y muerto en 1558, la naves que lo trajeron pasearon por los mares por primera vez el escudo y el águila de los Austrias.
Llevó sobre sus hombros el gobierno del reino más grande del mundo durante 38 años de ahí que se le llamó el emperador de occidente comparándolo incluso de Carlomagno.
La herencia física de una madre y una bisabuela loca, su epilepsia en su niñez que desapareció con la edad y una gota crónica hasta su muerte en 1558 probablemente de paludismo...

¡Pero no nos desviemos del tema y sigamos hablando del crucero!

Una de las fuentes que más nos podría informar y más antigua sobre como se comenzó su obra es el libro de "Catalogo de los Obispos de Córdoba" escrito por  Gómez Bravo, de ahí se sabe que el 21 de julio de 1521, el chantre D. Pedro Ponce informó al Cabildo de que:

"El Obispo Manriquez no veía bien el coro y el altar mayor estuvieran a un lado de la iglesia donde estaba desde el siglo XIII y que quería que se hiciera en el altar de Santa Catalina, porque venía al compás y en el medio de la iglesia y que estaría mejor y no donde agora estaba. Y añadió de que para tal empresa quería enviar maestros de carpintería"
Altar de la Capilla de Villaviciosa
El Cabildo Municipal en un principio se negó pero atado de pies y manos y para ganar tiempo, solo pudo hacer un bando en que se incurriría en delito bajo pena de muerte todo aquel albañil, carpintero, cantero, peón u otra persona que tomase parte en la tarea en deshacer arcos de la Mezquita para construir en su área la nueva Catedral.
El Obispo contestó a ciertos requerimientos del Consejo dando la callada como respuesta en tanto que ambas partes se dirigieron a S. M Carlos V para que solventara la controversia de ambos bandos...

El Rey ya nombrado Emperador falló, en que no había inconveniente en que se comenzara la obra apeando del mismo centro de nuestro bello edificio techumbre, arcadas y columnas... 

Finalmente el 7 de septiembre de 1523 se empezó la fábrica por Hernán Ruiz, para ello se retiraron 63 columnas a fin de construir una Catedral concebida para ser iglesia gótica pero condicionada en plata y alzamiento a quedar emplazada dentro de la mezquita.

En 1526 Carlos V celebra sus bodas con Isabel de Portugal  la hija de la infanta doña María que nació en Córdoba en el Alcázar de los Reyes Cristianos. 
En su viaje de novios vino a Córdoba cuando iba camina  de Granada recogiendo por los historiadores de la época:

" Don Carlos de Austria hizo su entrada a nuestra capital el 19 de Mayo a mediodía; comió, cenó y posó. Era sábado y permaneció cuatro estancias completas, más o mejor cinco días. Hasta el jueves 24 día que partió para Castro del Río hacia su palacio de Granada"

Las palabras del rey Carlos V cuando visitó la Mezquita en que él mismo se censuró la sentencia de demolición de parte de algunas hileras de columnas para la construcción del Crucero, diciendo al Obispo:

"Ya no sabía en realidad que era esto, pues no hubiera permitido que se llevasen lo antiguo; porque hacíais lo que puede haber en otra parte y habéis desecho lo que era singular en el mundo"  

¡Ya era tarde!

 *Ampliación informativa     29/08/2022


Fuentes Consultadas: 
Wikipedia- Palestra Sagrada o memorial de los Santos de Córdoba de Bartolomé Sánchez de Feria- La Catedral en España. Catedral de Córdoba de Pedro Navascués Palacio- Catalogo de los Obispos de Córdoba- Córdoba en tiempos de Carlos V por Miguel Ángel Ortiz Belmonte Diario de Córdoba 21/09/1958- El calumniado Crucero de la Catedral por Dionisio Ortiz Juárez Diario de Córdoba 26/08/1959- El crucero de la Catedral: Historia de sus comienzo por Dionisio Ortiz Juárez Diario de Córdoba 24/09/1959-La Mezquita Catedral de Córdoba, prehistoria de un lugar sagrado Mayo/2009- Foto recogida de Wikipedia- Plan director de la Mezquita Catedral de Córdoba 2020


jueves, 2 de diciembre de 2010

La leyenda de la posada del Potro





Según cuenta Ramirez de Arellano, el dueño de la Posada era un hombre jorobado y de traidora mirada, el cuál había llegado a adquirir entre sus convecinos gran fama de usurero y mal intencionado.
Una noche, llegó a la puerta de la posada del Potro, un valeroso joven que por su traje dio a conocer ser Capitán de las tropas del rey don Pedro apodado "El Cruel", pidiendo alojamiento para pasar la noche.
Entregó su caballo para llevarlo a la cuadra y mientras le preparaban hospedaje, se dirigió a la lumbre rodeada de otros viajeros que al verlo se apartaron y descubrieron sus sombreros, demostrando el respeto que les infundía el traje del recién llegado.

En una puerta cercana y atraída por la curiosidad se asomó una joven, cuya presencia y modales desmentían ser hija del mesonero, como todos aseguraban.
El mesonero llegó enseguida y con ademán grosero la intimó a retirarse, pero no lo suficientemente pronto  para que el joven no se hubiese fijado en ella con extraña curiosidad.
Fotografía antigua de la Posada

El Capitán sentándose en una de las mesas, puso junto a él una pequeña alforja que cuidadosamente guardaba cuando se le acercó el mesonero preguntándole con la amabilidad posible en aquel rostro y voz de hiena:
-Supongo que desearéis cenar, caballero.
-Cansado me encuentro - dijo el Capitán - pero no me vendría mal alguna magra y un trago de vino.
-En este mesón- dijo el posadero- se distingue a las personas según su clase, y así se les trata, Capitán…
-¿Vais a Sevilla? ¿Tal vez allí os espera el Rey?
-Allá voy, contestó el Capitán. Pero eres demasiado curioso, así que dile a esa moza que me sirva la cena y basta de averiguar lo que no te importa.
-Yo mismo os serviré, porque os quiero distinguir entre todos los hospedados en mi mesón... Mi hija es tan corta de genio que no acertaría a serviros como merecéis.
-¿Y por qué tienes así encerrada a una mujer tan hermosa y la tratas con tal despego?
- Señor, cada cual se entiende en su casa. Además, me habéis prohibido haceros preguntas y no dudo me concederéis igual derecho a no contestar las vuestras...
-Tienes razón- Dijo el soldado- Despacha pronto.

Comió unos cuantos trozos de carne y tras un trago de vino del país, que aún se elaboraba mucho en Córdoba, se puso en pie, preguntando cuál era su cuarto, sin soltar un momento la alforja, que ya iba excitando la codicia del mesonero.
-Os tengo al corriente el mejor aposento del mesón, al extremo del pasillo alto, donde no seáis molestado por los demás viajeros ni por el ruido de las caballerías. Yo os guiaré...

El mesonero echó a andar y el Capitán lo seguía a corta distancia; pero al pasar por delante de una de las habitaciones se entreabrió la puerta y vio el rostro de la encantadora joven, que le dijo:
-"Caballero, no durmáis"- cerrando a seguida para que el posadero no se diera cuenta de su advertencia.
La estancia preparada al capitán era por su aspecto, tal vez, la mejor de toda la posada, el posadero colocó la lamparilla, diciendo:
-"Si vais a continuar mañana vuestro viaje os llamaré en cuanto amanezca".
Un signo de aprobación fue la respuesta, y todo quedó en silencio.

A pesar del valor tantas veces demostrado en los mayores peligros al lado del Rey don Pedro, el Capitán permaneció despierto meditando acerca del aviso de la joven, cuando era la hija del mesonero, si bien su rostro encantador y sus finos modales parecían desmentirlo.

La noche se prestaba también a desterrar el sueño. El viento y el agua azotaban los postigos de la ventana y la luz de los relámpagos permitía ver las rejas, convirtiéndolas en extrañas celosías que daban a la imaginación.

Pasado un rato prudente, el Capitán apagó la luz de la lamparilla, cuando sintió un ruido de abrirse unas puertecillas lo que le indujo retirarse a un rincón de la habitación, esgrimiendo la espada...


Fotografía de la Posada antigua
Nada se oía; pero no dudaba del ruido, y sus ojos se dirigían con avidez a todos los rincones, por si a la luz de los relámpagos lograba divisar algún objeto.
Bajo la cama vio, al fin, la siniestra figura del mesonero, con la cabeza asomada por una trampa que había en el suelo, observando sus movimientos y sin duda, esperando a que el sueño hubiera rendido al cansado huésped.
Furioso de ira y coraje, el Capitán, se tiró hacia aquel lugar y en seguida se arrojó por la trampilla que justamente daba a un corral, donde se preparó para encontrar al posadero y hacerle pagar bien cara su osadía.
Aunque a quien solo vio fue a la hija del posadero envuelta en un manto y, agarrándolo de una mano, le dijo:

-"Por aquí caballero, por aquí; iros y contad al Rey lo que pasa en la posada del Potro".

El Capitán atravesó una pequeña caballeriza, y en seguida se encontró en el patio principal de la posada, donde ya algunos arrieros estaban arreglando sus cabalgaduras para partir y otros se preparaban a sacar sus mercancías al mercado.

-"¡Eh, mesonero!" exclamó fuera de sí.

Aunque  reflexionó que debía obrar con la mayor cautela. No tardó aquel extraño hombre en presentarse.
-Dame la cuenta y tráeme la alforja que he dejado en su aposento, en tanto que yo preparo mi alazán.
-¿Por qué habéis dormido tan poco? –Preguntó el mesonero, volviendo y entregando las alforjas
-No lo sé -contestó el Capitán- preocupado, sin duda, con la urgencia de partir e indispuesto con la pesada cena que me disteis, he pasado la noche soñando, y al fin resolví dejar el lecho donde tan incómodo me encontraba... Tomad vuestro dinero y Dios os dé buena suerte.


Las pesadas puertas del mesón del Potro giraron sobre sus pernos, y el capitán salió en dirección a la puerta de Sevilla, por donde emprendió su viaje para aquella entonces corte del Rey.
Cuando llegó a Sevilla y fue recibido el Capitán por Su Alteza, que más como súbdito lo miraba como a hermano. 
Le dio cuenta del desempeño de su cometido. Mereció ser aprobado y después contó cuanto le había ocurrido en Córdoba, siendo oído con marcadas muestras de aprecio y curiosidad.
Al cabo, le dijo Don Pedro:

-Me parece, Capitán que la hermosa mesonera os hizo perder el seso y que ésa es la causa principal de tan extraña aventura...
Sin embargo, iremos a Córdoba y yo os prometo averiguar la verdad de todo y os juro que si allí se encierran esos crímenes que sospecháis, el mesonero del Potro ha de ser el escarmiento de todos los de su clase.

Un mes habría pasado de aquella extraña escena cuando Córdoba supo con asombro que el Rey Don Pedro se encontraba en el Alcázar, sin previo aviso al corregidor.

Éste, con sus caballeros se le presentó a la mañana siguiente siendo sorprendidos por la orden del monarca de que no se separarse de su persona hasta llevar a cabo una diligencia que por sí mismo había de solucionar, acompañado de todos.

A poco salieron del Alcázar y dirigiéndose hacia el Potro penetraron en el mesón, cuyo dueño se presentó al parecer tranquilo, hasta que vio al Capitán... Fue entonces cuando quedó convulso y aterrado.

Recorrieron todo el edificio, hallaron una trampilla bajo el lecho que servía a los viajeros ricos, sacaron a la joven que se abrazó a los pies del rey pidiéndole venganza, desenterraron infinidad de cadáveres y encontraron cuantiosas alhajas y ropas robadas a los desgraciados que sufrieron la muerte cuando tranquilos y confiados se entregaban al sueño.

De uno de ellos era hija la encantadora y desgraciada joven que tanto interesó al Capitán.

Una fiera, en sus momentos más rabiosos, no era comparable al rey don Pedro que, agarrando al mesonero del cuello, le hizo salir de un empujón a la mitad de la plaza.
-¡¡Pronto, mis verdugos, agarrad a esa alimaña, atarle las manos a la reja de su mesón, amarrarles los pies a un potro y azotarle para que al irse lo despedace.

Un grito de horror sonó en todos los presentes y que don Pedro apagó exclamando de nuevo:
-"Silencio, el que no quiera sufrir la misma suerte".
Momentos después los brazos del mesonero pendían de la reja; el cuerpo había sido arrastrado hacia la calle de Lineros.
Don Pedro entregó al Capitán como esposa a la bella joven, y como dote le entregó todas las riquezas que allí se encontraron.


Fuentes consultadas:
Historia de D. Tedomiro Ramirez de Arellano en "Paseos por Córdoba" - Fotos recogidas de Internet